Capítulo 49
—No hay nada para comer.
Lourdes lo rechazó sin pensarlo dos veces, diciendo con una expresión de sorpresa: —¿Cómo? ¿De verdad estás descansando aquí?
En su impresión, este hombre siempre había sido muy orgulloso e implacable. No esperaba que se mostrara tan descarado.
—Temía que te llevaras a mi hija y huyeras, así que tengo que vigilarlas, ¿no?
Roberto suspiró luego dio una excusa.
Ella se tensó. —¿No viniste a disculparte? ¿Qué pretendes?
—Sí, vine a disculparme, pero cambié de opinión.
Respondió él, acompañado de una sonrisa suave.
Lourdes sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Conteniendo la ira, le señaló la puerta.
—No me importa cuál sea tu intención, tienes tres minutos para irte.
Estuvo a punto de soltar un "¡Lárgate!", pero lo cambió por un "irte".
Después de todo, siendo madre, no era apropiado usar malas palabras.
Quizá por su tono moderado, el hombre se quedó ahí, inmóvil.
—Estoy contando. Te quedan dos minutos.
Lourdes apretó los dientes para recordárselo.
Al oírla,

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