Capítulo 13
El rostro de Jairo se ensombreció al instante, sus ojos afilados se entrecerraron.
—¡Mamá, te vas a arrepentir de tu decisión!
Dicho esto, se marchó sin vacilar.
Condujo sin rumbo por las calles, viendo a las parejas caminar tomadas de la mano, y solo sintió un vacío inmenso en el pecho.
En ese momento, su celular sonó de repente.
Con el corazón palpitante de esperanza, se detuvo a mirar. Pero al ver la pantalla, aquella luz de ilusión se apagó en un instante.
No era María quien lo llamaba. Era Lorena.
Frunció el ceño con fastidio, y aunque la incomodidad lo embargaba, contestó.
—¿Qué quieres?
Al escuchar su voz fría, Lorena se quedó en silencio por un momento antes de reaccionar y hablar con dulzura:
—¿Cómo está Arturo? ¿Ya no será necesario que done médula, verdad? Y lo de que me dejarías trabajar como tu asistente, ¿todavía sigue en pie?
—Hace uno o dos días que no te veo, te extraño.
Si hubiera sido antes, Jairo le habría respondido con ternura. Pero ahora no tenía ánimo.
Con impac

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