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Capítulo 17

Hace muchos años, cuando Alexandra apenas era una niña de tan solo once años de edad, su abuela volvió de un viaje al extranjero con una obra de arte muy valiosa en sus manos. Para sorpresa de todos, ella reunió a sus nietos en la sala de la enorme mansión Grey y anunció que iba a subastar la obra de arte entre ellos. Los niños estaban desconcertados por esta idea, pero el atractivo del objeto era demasiado irresistible como para no participar en el juego de la anciana. La abuela notó que ninguno de los niños quería ofrecer más de la mitad de su mesada. Sin embargo, Alexandra fue la excepción, ofreciendo la gran suma de dos meses de su mesada y ganando la subasta de forma justa. Poco después, ella inevitablemente se arrepintió del gran gasto que había hecho y le vendió la pintura de regreso a su abuela, solo que a un precio más elevado. Pese a esto, Alexandra no podía evitar sentir remordimientos cada vez que la veía colgada en la pared de la habitación de la anciana. Pero aquel sentimiento desaparecía poco a poco cada vez que recordaba cómo se sintió cuando vio las caras que pusieron sus primos en el momento que ganó la subasta. Desde ese entonces, ella juró siempre hacer todo lo que estuviera en sus manos con tal de ganar. Y ahora mismo, dieciséis años después, estaba a punto de demostrarlo. Alexandra no parecía estar muy interesada en los artículos que se presentaron durante el transcurso de la primera mitad de la subasta, por lo que para ella el tiempo pasó volando mientras esperaba a que apareciera algo llamativo. Theodore no estaba nada sorprendido por el obvio desinterés de su mejor amiga, ya que ella era una mujer de alta categoría y existían pocas cosas que podrían captar su atención. “Damas y caballeros, ahora les presentamos la pintura titulada ‘Lirios’ del famoso pintor Vincent Van Gogh. En concordancia con su valor original, la subasta de este artículo comenzará en 50 millones de dólares” Aquel anuncio había logrado despertar el interés de Alexandra, y su rostro se iluminó de la emoción cuando finalmente pudo observar la obra de arte que fue colocada en el escenario. Ella podía sentir todas las emociones del artista reflejadas a través de los trazos y las curvas que pintó sobre ese lienzo, los cuales en conjunto creaban una obra que podía ser observada durante miles de años. Entonces, ella alzó su paleta al aire para anunciar su oferta: “Ofrezco 55 millones”. “Ya se realizó la primera oferta. ¿Quién da más?”. “56 millones”, anunció alguien más a lo lejos. Alexandra sabía que esto recién estaba comenzando e incrementó su oferta: “57 millones”. “¡60 millones”, gritó la misma persona de antes, provocando que unas cuantas personas comenzaran a murmurar y que Alexandra pusiera los ojos en blanco. Ella ya habría amenazado al imb*cil que intentaba ganarle la subasta de no ser porque estaba en un lugar público y tenía que proteger su imagen. Después de respirar profundamente, Alexandra decidió elevar su oferta a una cantidad que su competencia no podría igualar: “¡Ofrezco 80 millones!”. Ella estaba muy decidida a no perder una obra de Vincent Van Gogh. Y tal como lo había planeado, su oponente ya no pudo seguir ofertando y prefirió quedarse en silencio. «Se lo merece por intentar superarme», pensó ella sonriendo. Theodore, quien estaba sentado al lado de Alexandra, se mantuvo en silencio mientras veía la hora en su reloj de una forma muy extraña. “80 millones a la una... A las dos... Y a las...”. De repente, antes de que el anunciador pudiera darle la victoria a Alexandra, alguien del público levantó la paleta con su número, tomando por sorpresa a todos los presentes, “¡100 millones!”. Alexandra inmediatamente dirigió su mirada hacia el hombre que tenía en frente. Aunque no podía verlo muy bien debido a que estaba de espaldas, le resultaba imposible no reconocer su voz. Tanto ella como Theodore se quedaron sorprendidos por lo que acababa de ocurrir y se miraron entre sí. «Sabía que ese maln*cido se entrometería tarde o temprano...», pensó Alexandra tras recordar lo que él le había dicho unos segundos antes de que empezara la subasta. A Lucien nunca le interesaron las obras de arte, por lo que tal vez se refería a esto cuando le dijo que esperaba que ella disfrutara de la subasta. “C-Cien millones de dólares a la una... A las dos...”. “¡Ofrezco 105 millones!”, exclamó Alexandra mientras levantaba su paleta, ya que ella no estaba dispuesta a perder contra él. No transcurrió ni siquiera un segundo antes de que Lucien volviera a levantar su paleta e incrementara su oferta: “¡115 millones!”. A lo largo de toda la galería se podían escuchar los murmullos y jadeos de las personas que estaban presenciando este extraño suceso. Algunos simplemente no sabían qué era lo que estaba ocurriendo, mientras que otros no podían creer las exorbitantes ofertas que ellos dos estaban haciendo por una pintura. Alexandra no pudo evitar morderse el labio con ira de la indignación, puesto que Lucien estaba incrementando su oferta deliberadamente para que ella se viera forzada a pagar más dinero por el artículo que quería. Pero eso no la iba a detener, ella prefería morir antes de permitir que él se saliera con la suya. Sin embargo, en el momento en que ella estaba a punto de levantar una vez más su paleta, Theodore tomó su brazo y la miró como si estuviera advirtiéndole que estaba a punto de cometer un error. “115 millones a la una... A las dos...”. Alexandra no pudo soportarlo más y liberó su brazo para anunciar su última oferta: “Ofrezco... ¡130 millones!”. Todos se quedaron completamente atónitos, incluido el anunciador, quien hizo todo lo posible para mantener la calma. “¿Alguien más desea hacer alguna otra oferta?”, preguntó con una sonrisa mientras miraba a Lucien, ya que él era la única otra persona que seguía compitiendo por la pintura. Pero cuando vio que el pelirrojo no se movió ni dijo ni una palabra, decidió comenzar la cuenta regresiva: “130 millones a la una... A las dos... ¡Y a las tres! ¡La pintura ‘Lirios’ de Vincent Van Gogh ha sido vendida a la Sra. Grey por 130 millones de dólares!”. La galería se llenó de aplausos del público mientras que la pintura era cuidadosamente retirada del escenario y Alexandra sonreía alegremente por su victoria. Por otro lado, cuando ella volteó a ver a Theodore, él no parecía demasiado contento por lo que acababa de hacer. “Damas y caballeros, les agradezco a todos por haber participado en esta subasta, y les aseguro que el dinero será utilizado para una buena causa”, dijo la Sra. Benli mientras subía al escenario, lo que le causó mucha gracia a gran parte del público, pues la mayoría de ellos sabían que ella estaba mintiendo. “Y con esto, doy por finalizado el evento del día de hoy. Si tienen tiempo disponible, por favor quédense y disfruten de la fiesta que tendremos en breve”, concluyó la señora e hizo una reverencia antes de salir del escenario. Entonces, el salón se llenó de voces de personas que se felicitaban por sus logros mientras que otras discutían sobre los artículos que no habían podido asegurar. Alexandra y Theodore se pusieron de pie y él le ofreció su brazo antes de preguntarle: “¿Te quedarás para la fiesta?”. Ella estuvo a punto de responderle cuando de repente su mirada se cruzó con la de Lucien y se sorprendió en el instante que notó la forma en la que él la estaba mirando. Aquel intercambio apenas duró tres segundos antes de que se él fuera junto con Octavia, quien parecía una mosca por la forma en la que se aferraba a él. “¿Alexa?”, dijo Theodore y chasqueó sus dedos frente a ella para regresarla al mundo real. Cuando ella finalmente volteó la cabeza para verlo, él estaba en silencio y con las cejas levantadas esperando una respuesta. “No hay forma de que me la pierda, pero primero iré afuera un momento a tomar un poco de aire fresco”, respondió Alexandra e hizo crujir su cuello. “¿Quieres que vaya contigo?”, preguntó él. Ella le dio un pequeño golpecito en el pecho y le dijo: “No es necesario, ya no soy una niña que se perdería si la dejan sola por un segundo. Estaré bien, tú aprovecha para ir a conversar con los otros invitados”. Theodore aceptó su petición y asintió, pero antes de irse a la fiesta decidió llevarla a un bellísimo jardín en donde podría relajarse por su cuenta. Alexandra respiró profundamente mientras estaba de pie en medio de la brisa nocturna, dejando atrás aquella congestión que había sentido hace unos minutos y permitiendo que entrara aire fresco en sus pulmones. A lo lejos se podían ver los ramos de rosas que florecían en sus capullos y también un lujoso estanque que le añadía un toque de elegancia al jardín. Alexandra se detuvo a una distancia razonable y contempló las flores con una calidez en sus ojos que solo Theodore había visto antes. La atmósfera produjo en ella una sensación de serenidad y calma absoluta, como si hubiera dejado atrás todas las inquietudes que antes la atormentaban.... O al menos, esa fue la impresión que tuvo hasta que el recuerdo de la mirada de Lucien tras de ganar la subasta vino a su mente. Alexandra estaba convencida de que él se estaba divirtiendo mientras la veía con sus ojos azules, y aquella mirada le demostró que Lucien era capaz de verla de otras formas, y no solo con desagrado. Aquello era algo que ella había anhelado ver durante muchos años. Pero ya era demasiado tarde para eso, pues todas sus expectativas de él habían desaparecido. Y ese sentimiento dejó un gran vacío en su corazón, uno que ella no podría llenar nunca. Suspirando profundamente, la rubia inclinó su cabeza hacia abajo y observó con admiración la deslumbrante imagen de la luna reflejada en la superficie del estanque mientras murmuraba algunos insultos para despejar su mente. ..... Octavia se acomodó en el interior de uno de los cubículos del baño y miró el terrible estado en el que había dejado sus uñas tras morderlas desesperadamente a causa del nerviosismo y la vergüenza. Ella solo había dicho que necesitaba ir al baño como pretexto para alejarse de los ojos del público. Su noche definitivamente no estaba yendo nada bien, lo que le generaba una gran frustración. En cambio, las circunstancias parecían favorecer a Alexandra, y ese pensamiento estaba provocando que Octavia perdiera la cordura. Después de todo, ella era a quien las personas debían admirar esta noche. Ella debía ser el centro de atención de todo el mundo, especialmente de Lucien. ¡Se suponía que esta sería su noche! ¡Ella debía ser la verdadera protagonista de esta historia! ¡No esa rubia! «¿Por qué...? ¿Por qué tuviste que regresar, Ariadne?», pensó Octavia con ira mientras se cortaba las uñas, haciendo un ruido que sería capaz de distraer a cualquier persona. De repente, sus perturbadores pensamientos fueron interrumpidos por unas risas que provenían desde el exterior de su cubículo. “¡Estoy de acuerdo contigo! Fue muy genial cuando la Sra. Grey ganó la subasta contra el mismísimo Lucien Albrecht”, dijo una mujer con un tono de voz bastante agudo. “Eso es a lo que yo le llamo poder femenino”, replicó otra voz y ambas mujeres se rieron a carcajadas. Tras escucharlas, Octavia no pudo evitar ponerse furiosa. ¿Por qué las personas hablaba tanto de Alexandra y no de ella a pesar de todo lo que había hecho? “Creo que ellos dos harían una bonita pareja”, dijo la mujer que hablaba con el tono de voz agudo. “Tal vez, pero al Sr. Albrecht le gusta otra persona”. Octavia se regocijó cuando escuchó que finalmente iban a hablar algo bueno de ella. “¿A quién te refieres? ¿Acaso estás hablando de Octavia Barret?”. “¿Quién más podría ser? Aunque es triste que él no sea capaz de verla por la víbora que realmente es. Alguien debería decirle que ella solo pretende ser buena y pura de corazón cuando otras personas la están viendo”. Las palabras de la mujer golpearon directamente el orgullo de Octavia, lo que la llevó a perder por completo toda la confianza que tenía. “No creo que sea tan mala...”, dijo la mujer de la voz aguda, quien no pudo evitar reírse tras escuchar lo que dijo su amiga. De repente, Octavia abrió la puerta del cubículo en el que se encontraba para evitar que las dos chicas continuaran con su conversación, lo que las hizo callar al instante. Ella caminó hacia el espejo con una sonrisa y se puso un poco de brillo labial mientras las dos mujeres permanecían en silencio, puesto que no podían creer que la persona de la que habían estado hablando mal durante todo este tiempo las había escuchado fuerte y claro. “Ustedes dos tienen demasiado tiempo libre. Considero que deberían utilizarlo para hacer algo más útil que difamar a alguien solo porque se sienten inferiores a ella”, dijo Octavia cuando terminó de arreglarse e hizo una sonrisa que al principio parecía amigable, pero que en realidad era arrogante y burlona. La segunda mujer, la cual era delgada, de cabello marrón y que parecía tener alrededor de veinte años, encontró apropiado burlarse de ella: “¿Difamar? Oh, lo lamento, no sabía que decir la verdad era considerado algo malo en tu planeta”. “Si realmente pretendes decir la verdad, entonces te recomiendo que dejes de difamar a los demás”. “Pero si te hiciera caso... ¿No te estaría dando la oportunidad de seguir engañando a todo el mundo y fingir que eres otra persona? Nosotras sabemos que no eres más que una p*rra pretenciosa”, replícó la chica del cabello marrón con una perversa sonrisa en su rostro. Habiendo dicho eso, las dos chicas salieron riéndose a todo pulmón mientras que Octavia se quedó dentro del baño sintiéndose inferior. Ella no se había sentido así hacer muchos años, y esto provocó que ella se enojara como nunca y gritara de la cólera: “¡Aaah!”. Jadeando, ella volteó a ver su enrojecido rostro en el espejo y deseó ver a Alexandra llorar. O mejor dicho, quería acabar con ella.

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