Capítulo 4
Cuando Raquel recobró el sentido por completo, rápidamente agarró su identificación que se encontraba en el asiento del auto.
Junto a su identificación se encontraban los certificados de matrimonio e inconscientemente los abrió y leyó con tranquilidad su nombre escrito.
Sin embargo... ¡El otro nombre junto al suyo era Enrique! El nombre del conductor del joven señor del Grupo Márquez.
¡No podía creer que se había casado con él!
Raquel observó con sorpresa e incredulidad ambos nombres escritos juntos.
Ella solo había tenido la intención de ac*starse con él una única vez y listo, pero él debió de haber pensado que ella quería esto por el resto de su vida.
Con un sentimiento de arrepentimiento apoderándose de ella, Raquel jugó ansiosamente con su cabello mientras pensaba en la situación, con ganas de abofetearse a sí misma.
"¿Es que Enrique está loco?" pensó la chica mientras comenzaba a ofuscarse con la situación. Pero cuando volvió a posar la mirada sobre los certificados de matrimonio, Raquel se dijo a sí misma, más calmada: “Pero... esto no es todo culpa suya, de todos modos. Fui yo quien dijo algo en el ayuntamiento que le hizo pensar que yo quería esto. Aun así, no me encuentro en el estado de ánimo adecuado para casarme ni tengo la confianza en que esta relación funcione. No sé qué hacer para ganarme la confianza de los demás...”
"Lo siento, Enrique", pensó.
Rápidamente guardó su identificación en su bolsillo, pero no se atrevió a tocar los dos certificados nuevamente.
Raquel notó de repente que el auto no se movía y que se encontraba detenido en medio de la calle. Fue entonces cuando miró por la ventana y vio la espalda del hombre. Pareciera ser que en ese preciso instante el sol salía lentamente, cubriendo su figura alta y fuerte, como si la luz del astro se rindiera a su alrededor.
Aquella imagen hizo reaccionar a Raquel, quien, sin dudarlo, abrió la puerta y salió del auto. Luego se abrió paso entre la multitud y otros vehículos, desapareciendo rápidamente en la distancia.
Debido a que la calle estaba congestionada con carros y gente enojada, nadie notó a esa chica alta y frágil perdiéndose entre la multitud.
Después de aquello, Raquel fue directamente al aeropuerto, compró un boleto aéreo y, sin preocuparse más por nada, voló hacia los Estados Unidos.
Lo primero que hizo una vez que llegó allí fue redactar un acuerdo de divorcio y una comisión para el abogado que se encargaría de ello. Luego le envió los papeles a su mejor amiga y le pidió que se los enviara a Enrique del Grupo Márquez.
No se creía capaz de lidiar con un matrimonio o cualquier tipo de relación en esos momentos y se negaba a limitar a Enrique a aquel matrimonio improvisado. Cuando firmara el acuerdo de divorcio y lo presentara, todo volvería a la normalidad.
Un matrimonio tan breve podría tratarse como si nunca hubiera sucedido.
Sin embargo, cuatro meses después, Raquel se enteró de que estaba embarazada.
Todo había ocurrido tan rápido después de huir, que no había considerado tomar una pastilla del día después. En ese momento, Raquel no había pensado que podría tener un bebé.
Al ser su periodo irregular y sufrir de gastritis crónica, no le prestó mucha atención a los síntomas. Ella pensó que todo el malestar que sentía era causado por su enfermedad estomacal.
No fue hasta que aquellos síntomas empeoraron cuando fue al hospital y descubrió que ya estaba embarazada y que llevaba cuatro meses de gestación.
Cuando Raquel recibió el informe del examen, su hermoso rostro palideció y su corazón se detuvo por un segundo.
Llena de miedo y confusión, cerró los ojos para calmarse pero, de repente, a su mente vino el rostro elegante de Enrique.
Raquel abrió los ojos rápidamente y volvió a leer los resultados del examen con detenimiento, confirmando una vez más que efectivamente estaba embarazada.
¿Cómo podría una mujer incapaz de mantener una relación criar bien a un niño?
Las pestañas de Raquel revolotearon débilmente mientras pensaba qué hacer. Apretando con fuerza los puños, finalmente decidió que la mejor solución era abortar. Sin embargo, en todos los lugares a los que asistía, le decían lo mismo:
“Como el bebé ya tiene unos meses, ya no podemos operarle”, le explicó el médico.
“No podemos realizarle un aborto en nuestra institución. Lo siento, señorita García, es imposible."
“Además, usted está esperando gemelos. ¿Está segura de que eso es lo que desea hacer en realidad?"
Iba a tener gemelos, pero ella estaba realmente considerando matarlos. No sabía qué hacer.
Raquel cerró sus hermosos ojos, tratando de ocultar la tristeza que amenazaba con escurrir por ellos cada vez que tenía que escuchar ese tipo de respuestas.
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Pasados unos meses, en un hospital de Estados Unidos, Raquel ingresó a la sala de partos.
Pero al abrir los ojos con debilidad y cansancio luego de haber atravesado semejante experiencia, se encontró con la mirada apenada del médico que en voz amable y suave le dijo: “Señorita García, uno de los niños estaba gravemente enfermo. Hemos hecho nuestro mejor esfuerzo, pero..."
Al instante, una tristeza inconcebible se apoderó del corazón de Raquel. Nunca se había sentido tan desgarrada en su vida.
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Cinco años después.
Raquel llegó al aeropuerto de Yakarta.
Llevaba puesto un abrigo largo de color beige y tacones altos mientras que su hermoso cabello castaño reposaba sobre sus hombros. Con ojos brillantes miraba las extrañas y a la vez familiares nubes en el cielo mientras sostenía una maleta.
Tenía solo 18 años cuando se fue y, ahora que estaba de regreso, ya había cumplido 23 años. Sin embargo, aquel anterior rostro de chica inocente que solía tener se había vuelto más maduro y más hermoso con el tiempo.
Junto a ella, un niño de cuatro años con un traje formal la acompañaba. A juzgar por su carita seria, era fácil notar que se convertiría en un hombre muy apuesto en el futuro. Con los labios fruncidos, caminaba muy cerca de Raquel.
"¡Félix, Raquel!" De repente se escuchó una voz a lo lejos y, con alegría, una mujer corrió hacia ellos y abrazó fuertemente a Raquel, quien al ver nuevamente a Marta, su mejor amiga de toda la vida, le devolvió el abrazó con la misma fuerza.
Cuando soltó a su amiga, Marta Rodríguez no podía esperar más para conocer por primera vez en persona a Félix, así que con entusiasmo volteó hacia él y se quedó asombrada. “¡Raquel, tu hijo es incluso más guapo en persona que en el video!”
"Por supuesto. Al fin y al cabo, es mi hijo”, respondió Raquel con una sonrisa orgullosa.
"Me alegro de verte, tía Marta", saludó cortésmente Félix posando una mirada tierna sobre Marta e inmediatamente después, retomó su comportamiento frío.
Marta le dio un pulgar hacia arriba y dijo: “¡Muy bien! ¡Mantenga la actitud fría de un futuro director ejecutivo!”
Félix sonrió brevemente en respuesta y luego, una vez más, su cara de póquer volvió a aparecer.
Marta no pudo evitar sacudir la cabeza. Sentía pena al recordar que su amiga debió haber tenido mellizos, pero desafortunadamente, el otro bebé nació enfermo y no sobrevivió. Si ese niño hubiera sobrevivido...
Por otro lado, Raquel no podía dejar de sonreír al ver a su hijo, puesto que le era inevitable ver en él a Enrique. Aún siendo tan joven, Félix ya se parecía mucho a su padre, incluso en sus modales.
Sin embargo, el hombre no era más que el chófer de la familia Márquez, no un alto director ejecutivo. Aquello le causaba cierta preocupación a Raquel.
Luego que salieron del aeropuerto, Marta los llevó a un restaurante buffet para darles una buena bienvenida a su amiga y al niño.
Debido a que Félix ya era lo suficientemente hábil para servirse la comida, Raquel no tuvo que acompañarlo todo el tiempo, por lo que pudo tener un momento a solas con su amiga.
Con el niño eligiendo la comida, tan pronto como Marta se sentó a la mesa, le susurró a Raquel: "¿De verdad vas a devolverle el niño a su padre?"
"No tengo otra opción", respondió suavemente Raquel. Luego volvió a levantar la voz y agregó: "Como su padre, es la persona más adecuada para cuidar de Félix a medida que va creciendo."
“¿De verdad tu enfermedad no tiene cura?” Marta preguntó preocupada, posando sus ojos preocupados sobre su amiga.
“Tengo cáncer gástrico avanzado y solo me queda un año. No quiero perder el tiempo en tratamientos inútiles. Haré todo lo posible para ganar la mayor cantidad de dinero posible este año para que mi hijo y su padre puedan vivir tranquilos por el resto de sus vidas.” Luego de decir aquello, una leve sonrisa apareció en la comisura de sus labios, como si por un breve momento hubiera olvidado la tristeza que le producía su condición.
Aunque parecía tranquila en la superficie, nadie sabía el dolor que había estado cargando por dentro.
Por un instante, Marta no supo qué decir, así que en silencio puso un tazón de avena frente a ella antes de volver a hablar.
“Le envié el acuerdo de divorcio como me pediste en ese entonces, pero no sé si está casado o no actualmente...”
“Es por eso que te pido que me ayudes a cuidar de Félix durante los próximos días. Necesito saber más sobre su padre. Si se ha vuelto a casar o tiene un hijo, no lo molestaré más. Pero si no tiene a nadie y está dispuesto a asumir la responsabilidad de nuestro hijo, debo asegurarme de que no sea un mal hombre. Al fin y al cabo, Félix tendrá que vivir con él durante muchos años.” Antes de regresar a Yakarta, Raquel ya había pensado en todo los detalles importantes con respecto a su plan.
“Por supuesto, yo me encargo de Félix. No estoy trabajando ahora de todos modos, así que tengo mucho tiempo libre”, le aseguró Marta a su amiga y luego le entregó un manojo de llaves. "Ten las llaves de la casa que me pediste comprar."
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Sin embargo, de lo que Raquel no estaba enterada era que fue mal diagnosticada con cáncer gástrico avanzado. Ella en realidad no estaba enferma.