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Capítulo 7

¿Luis realmente había desaparecido? Diana se quedó paralizada en el lugar; la navaja de fruta ya le había hecho un corte superficial en el cuello; herida de la que provenía un dolor punzante. —¡Despierta, no sé dónde está él! Pero Mercedes parecía haberse vuelto loca; su mano temblaba levemente mientras sostenía el cuchillo. —¡Imposible! Eres la única que no quiere a Luisito y hoy llamaste a tantos autos para ayudarte a transportar cosas. Si no eres tú, ¿quién más podría ser? Sus ojos estaban inyectados en sangre; realmente parecía una madre que había perdido a su hijo. Su voz, ya ronca de tanto llorar, seguía hablando: —Señora Diana, le ruego que me devuelva a Luisito, él es mi único sostén. Mientras hablaba, tiró la navaja de fruta de su mano y se arrodilló delante de Diana con un golpe sordo. —Señora Diana, Luisito es mi vida... Diana, que con gran dificultad había logrado zafarse de la atadura, sintió la situación aún más irónica al escuchar estas palabras. No pudo evitar cuestionar: —¿Devolvértelo? Un niño adoptado de un orfanato, ¿qué relación tiene contigo? ¿Por qué tengo que devolvértelo? —Él es...—Mercedes, presa del pánico, llegó a pronunciar la mitad de una frase, pero al darse cuenta de lo que estaba por decir, se detuvo apresuradamente y rompió en llanto. Pero esta vez, le tocó a Diana no dejar pasar la oportunidad. Observó todo detenidamente, con una mirada evasiva y, deliberadamente, provocó a Mercedes. —¿Qué es él para ti? ¡Vamos, dímelo! —¡Basta! —Esteban gritó con voz severa—. Dianita, no seas tan agresiva. En los ojos de Diana apareció una expresión de incredulidad; se quedó mirando a Esteban, con las manos temblorosas. Habían crecido juntos desde pequeños y él nunca había sido capaz de decirle una sola palabra cruel. Incluso cuando Mercedes la tomó como rehén, no lo vio defenderla en ningún momento. Y ahora, la primera vez que él le hablaba con esa dureza, ¡era por su amante y su hijo ilegítimo! Decepción: todos los sentimientos se agolparon en su mente en esa sola palabra; en ese momento, Diana estaba totalmente decepcionada de Esteban. Esteban notó el cambio en la expresión de Diana; se dio cuenta de que tal vez había sido demasiado duro y rápidamente suavizó el tono. —Dianita, no quise culparte. Desde que fue adoptado, Luisito siempre ha estado bajo su cuidado. Ella solo se dejó llevar por sus emociones... Diana respondió con frialdad: —No tienes que seguir hablando, no quiero escucharte. —Esteban, te lo repito una vez más, no sé dónde está tu hijo. Si realmente ha desaparecido, puedes llamar a la policía. Su mirada no expresaba ni una pizca de afecto; esa calma desconcertó a Esteban. Ni siquiera notó que Diana había admitido directamente que Luis era su hijo. En ese momento, su asistente Sebastián llegó apresuradamente desde afuera. —Jefe Esteban, han encontrado al niño. —Estaba en un camión de carga a las afueras de la ciudad. Por suerte, el vehículo no había ido muy lejos. Luis ya está de regreso. Todos los presentes suspiraron aliviados, excepto Diana, quien no se atrevió a relajarse. Ese día, había pedido varios vehículos para llevar cosas a la casa de subastas, lo que sin duda volvía a poner la sospecha sobre ella. Leticia, sentada en el sofá, soltó una carcajada fría. —Tú no puedes tener hijos, yo te he traído uno y aun así no estás satisfecha. Yo creo que solo quieres que la familia Salazar pierda a su heredero. El tono de Leticia era cruel; prácticamente desgarraba la herida de Diana y le echaba sal encima. Instintivamente, Diana miró a Esteban, pero se dio cuenta de que él miraba intensamente a Mercedes, sin saber en qué estaba pensando. De repente, Diana sintió una opresión en el pecho que le impedía respirar. Se rio de sí misma. —Sí, nunca debí arriesgar mi vida para salvar a Esteban. Debí dejar que muriera. Aunque pronunciaba esas palabras crueles, su corazón estaba lleno de dolor, Esteban levantó la cabeza bruscamente para mirarla y vio la tristeza en los ojos de Diana. El rojo en su cuello era aún más llamativo, lo que le hizo tensarse de inmediato. —Dianita, no digas esas cosas enojadas. Se apresuró a acercarse para tomar la mano de Diana, pero ella lo esquivó fríamente. Ella se sentía llena de tristeza; solo pensar que esas manos la noche anterior habían acariciado el cuerpo de Mercedes, le causaba un profundo asco. Diana no volvió a prestarle atención. Simplemente bajó la cabeza y empezó a utilizar su teléfono, preguntándole a Norma cuánto tardaría en llegar, pero por alguna razón, no recibía respuesta. La villa cayó en silencio; solo se oían los sollozos entrecortados de Mercedes. Poco después, trajeron de vuelta a Luis. Al verlo, el niño se escondió detrás de Esteban y, señalando a Diana, dijo: —Papá, fue ella quien quería deshacerse de mí, ¡fue ella! Al oír esto, Leticia se puso de pie de inmediato, con expresión seria. —Diana, ¿qué tienes que decir? Luisito sigue siendo un niño, ¿crees que podría mentir? Los ojos de Esteban brillaron ligeramente; cuando sus miradas se cruzaron, Diana comprendió de inmediato esa emoción. Él dudaba de ella.

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