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Capítulo 6

Frente a la mesa, Diana miraba el desayuno humeante que tenía delante, pero le sabía completamente insípido. La ternura atenta de Esteban y la provocación desafiante de Mercedes. Cada escena se repetía en su mente y realmente no podía comer nada. Diana directamente se dio la vuelta y subió las escaleras para comenzar a recoger sus cosas. En esa villa se habían acumulado demasiados recuerdos de ellos; tenía que deshacerse personalmente de cada uno de esos fragmentos. No sabía en qué momento Mercedes apareció detrás de ella. —Señorita Diana, realmente sabe controlar sus emociones. Luisito es el futuro heredero de la familia Salazar y yo soy su madre. En esta casa, no hay lugar para usted. Diana levantó la cabeza, mirándola con una sonrisa irónica. —¿Y eso qué? La reacción serena de Diana dejó a Mercedes un poco desconcertada. Puso mala cara y continuó: —Sé que no quiere divorciarse, pero tampoco puede ser tan egoísta de aferrarse al lugar de esposa de Esteban. La familia Salazar nunca aceptará a una mujer que no puede tener hijos. Diana soltó una risa fría, sus ojos estaban llenos de burla. —¿El lugar de esposa de Esteban? Si tanto lo quieres, quédatelo. Mientras hablaba, sacó directamente los papeles del divorcio de su bolso y se los entregó a Mercedes. —Usted sabe lo que siente Esteban por mí; no es fácil conseguir que acepte el divorcio. —Así que le doy el acuerdo de divorcio. Si tiene la capacidad, haga que lo firme y tráigamelo. Si no puede, prepárese para ser la amante toda la vida. La cara de Mercedes se iluminó de alegría y le arrebató los documentos. Al ver la firma de Diana ya estampada, su expresión mostró cierta curiosidad. —¿De verdad está dispuesta a dejar a Esteban? El corazón de Diana tembló; cuando amar a alguien se había vuelto el eje de su vida, escuchar la palabra "dejar" jamás podría dejarla realmente indiferente. Cerró los ojos lentamente, reprimió el amargo dolor en el fondo de su corazón y, al volver a abrirlos, en su mirada solo quedaba calma. —¡No me rebajo a pelearme con otros por un hombre! Estaba dispuesta a arriesgar la vida por Esteban, pero no podía tolerar la traición. Mercedes soltó una carcajada despectiva, creyendo que Diana solo fingía estar tranquila, pero de todos modos se llevó el acuerdo de divorcio. Diana miraba el vestidor, lleno de regalos que Esteban le había dado, pero su corazón seguía vacío. Empezó a recoger sus cosas: ropa, documentos y algunas pertenencias importantes, no dejó nada atrás, todo lo guardó en la maleta. En cuanto a los regalos de Esteban, tampoco conservó ninguno; los empaquetó todos para que los llevaran a la casa de subastas. Ya que había decidido irse, quería cortar todo de manera limpia y definitiva. Las sirvientas se escondían no muy lejos, observando en secreto y murmurando entre ellas acerca de lo que había pasado; a Diana no le importaba explicarles nada. Cuando terminó de organizarlo todo, ya era por la tarde. Se sentó a descansar en la sala con su maleta lista, esperando a que Norma viniera a buscarla. Fue entonces cuando, aturdida, Diana recordó que no había visto a Luis en todo el día. ¿Acaso realmente lo habían mandado lejos? Justo cuando estaba sumida en la duda, vio a Esteban regresar apresuradamente seguido por Mercedes y Leticia. —Señora Diana, ¡por favor dígame dónde está Luisito! —Mercedes corrió llorando hacia ella, sujetándole los brazos y agitándola sin parar. El impacto repentino hizo que Diana retrocediera varios pasos y, sin querer, se golpeó con el borde de la mesa detrás de ella; un dolor agudo la atravesó de inmediato. Jadeó por el dolor. —¿De qué estás hablando? ¿Cómo voy a saber dónde está? Sin embargo, Mercedes comenzó a llorar aún más fuerte, de paso, tomó un cuchillo de fruta de la mesa y lo puso contra el cuello de Diana. —Señora Diana, sé que no le gusta Luisito, ¡pero no puede ocultarle al señor Esteban que mandó a Luisito lejos por su cuenta! ¡Devuélvame al niño!

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