Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 3

Después de cenar, Laura la arrastró a un local de entretenimiento para cantar. María regresó a casa a las once de la noche. Apenas encendió la luz, Alejandro, sentado en silencio en la sala oscura, la asustó. Tenía los ojos enrojecidos, la voz ronca y una expresión profundamente abatida. —María, tengo que hablar contigo. María sacó un documento. —Yo también tengo algo que decirte. —Lee el documento primero. Me voy a dar una ducha y hablamos cuando salga. Apenas María se fue, el celular de Alejandro comenzó a sonar sin parar. [Si esta noche María no acepta, el señor Alejandro perderá catorce millones de dólares]. [Perder el dinero es lo de menos, lo preocupante es que María no quiera ayudarte a pagar la deuda]. Alejandro tecleó rápidamente. [Eso no pasará. Ya verán]. [¿De verdad piensas dejar a María en Ucrania por diez años?] [En realidad, como la última vez ya estuvo tres años allá, eso debería ser prueba suficiente de su amor, ¿no?] "¿Suficiente?" Alejandro miraba el celular, y una nueva ola de incertidumbre le invadió el corazón. En realidad, él provenía de una familia adinerada. No era, como le había dicho a María, alguien de origen humilde y sin recursos que luchaba por construir algo desde cero. Tenía sus razones para ocultarlo. Cuando estaba en el bachillerato, su novia de entonces, al enterarse de su patrimonio familiar, hizo todo lo posible por seducirlo. Después, como era de esperarse, quedó embarazada y se presentó ante los padres de Alejandro exigiendo 4,3 millones de dólares como pago por el aborto y por su silencio. Esa actitud codiciosa y descarada le resultó completamente desconocida y aterradora. Fue la primera vez que entendió que, detrás de una apariencia afectuosa, podía esconderse una daga afilada, esperando el momento oportuno para sacar provecho. A raíz de eso, su padre comenzó a dudar de su autocontrol, le canceló el plan de estudios en el extranjero y asignó el negocio central, que originalmente le correspondía a él, a su hermano menor, quien ni siquiera tenía sus capacidades. Hasta ese día, Alejandro no había logrado volver completamente al núcleo del poder familiar. —Una última vez. Alejandro respondió, apretando los labios. [Solo necesita quedarse un año más. Después la traeré de vuelta y le diré quién soy en realidad]. [Entonces ella será, con todo derecho, la señora Fernández]. [¿Y la señorita Carmen?] Preguntó alguien. Otro se burló. [Ustedes no entienden nada. Cuando la madre del niño no está y Alejandro no tiene una mujer a su lado, ¿quién cuida de ellos? En el corazón de Alejandro, la mujer más importante siempre será la madre del niño. Un año más es tiempo suficiente para que se canse de Carmen y, de paso, se deshaga de las otras]. [Claro, Alejandro tiene la cabeza muy clara. Para divertirse, cualquier mujer sirve. Pero para ser su esposa, tiene que ser alguien como María, con alta educación y gran inteligencia]. [Exacto, María es hermosa, con una excelente formación académica y grandes capacidades. Si no fuera por su origen humilde, Alejandro no tendría por qué poner a prueba su amor de esa forma, ¡ni habría oportunidad para que esa Carmen se le acercara!] Alejandro alzó ligeramente las cejas, sin negarlo. Cuando María terminó de ducharse y abrió la puerta del baño, él rápidamente apagó el celular. —Querida. —Le tomó la toalla para secarle el cabello, con un tono sumamente humilde y agotado—. La empresa está atravesando un gran problema. Estamos endeudados con un millón y medio de dólares. Si hubiese sido antes, María solo habría sentido lástima por esa humildad, y habría respondido de inmediato: "No importa, te ayudaré a pagarlo". Pero esta vez, María solo cerró los ojos en silencio. —¿Podrías ayudarme una vez más...? —Su voz era frágil, cargada de un sentimiento de injusticia. María mostró una expresión fría. —Alejandro, ya no tengo dinero. Alejandro inhaló hondo, y su expresión se tornó aún más lastimera. —Si volvieras una vez más a Ucrania... —¿Viste el documento? —María se puso de pie—. Son los papeles del divorcio. La cara de Alejandro cambió drásticamente. Primero, confundido. Luego, sorprendido. Y finalmente, lleno de furia. —¿Acaso me desprecias por ser pobre? ¿Crees que no tendré futuro en esta vida? Su cara estaba roja de ira. —María, me equivoqué contigo. Con furia, agarró su abrigo, abrió la puerta y se marchó. María se quedó inmóvil unos segundos. Al ver la cálida luz amarilla de la lámpara que se había quedado encendida en la habitación del niño, decidió no salir. Le escribió a Laura. [Ya se fue]. La respuesta llegó al instante. [Perfecto]. Cuando vieron el auto de Alejandro en el estacionamiento subterráneo del restaurante, Laura no dudó en compartir generosamente el localizador GPS que siempre llevaba consigo. Laura lo dijo medio en broma: —Mi posición de heredera siempre ha sido como estar en una guerra. María caminó en silencio hacia la habitación del niño. Su hijo, profundamente dormido, respiraba tranquilo. En realidad, se parecía más a María en los rasgos, pero en su expresión reflejaba mucho de Alejandro, esa mezcla de ternura con un leve dejo de desdén. Todavía recordaba cómo, cuando ella se fue, él lloraba sin parar, aferrado a su manga sin querer soltarla. La llamaba "mamá" una y otra vez, con un tono que casi le rompía el corazón. Sí, le debía mucho. Y todo, por culpa de Alejandro. El teléfono vibró. Laura envió la ubicación del auto. [Pues tu pobre marido, parece que pobre no es]. Alejandro había ido a la zona residencial más lujosa de la ciudad, donde el precio por metro cuadrado partía desde los 20 mil dólares, y cada departamento era de más de trescientos metros cuadrados. María miró su pequeño departamento de tres habitaciones, que habían comprado tras ahorrar cinco o seis años, usando incluso los últimos veintiocho mil dólares que su madre había guardado con tanto esfuerzo.

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.