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Capítulo 5

Un escalofrío recorrió los pies de Belén y subió con violencia por su cuerpo; de repente, ella estalló en una sorprendente fuerza, tomó el jarrón de la mesita y lo estrelló con fuerza en la cabeza del borracho. —¡Ah! Aquel hombre, herido por el dolor, soltó con fuerza su mano, y ella despavorida aprovechó para salir corriendo de la habitación. El personal de recepción, al verla con la ropa desordenada y llena de heridas, llamó enseguida a la policía y la cambió de habitación. Cuando llegaron los agentes, Belén sólo respondía de forma mecánica a las preguntas, como si su alma hubiera sido vaciada por completo. A la mañana siguiente, en el pasillo del hotel, Belén y Cristian salieron de sus habitaciones al mismo tiempo. —¿Por qué cambiaste de cuarto? —Cristian hizo mala cara, su mirada se posó en la palidez de ella—. ¿Me llamaste tantas veces anoche porque pasó algo? Me dormí temprano y no vi el celular. El corazón de Belén se contrajo con un dolor punzante. Los incesantes jadeos de Isabel y los gemidos apagados de Cristian todavía parecían resonar en sus oídos. —No es nada. —Su voz era muy baja, y se giró con rapidez para marcharse. Cristian la agarró de repente. —Te llevo a casa. —No hace falta que lo hagas. —Ella retiró con brusquedad la mano—. No vamos en la misma dirección. Tú debes llevar a Isabel a su casa, yo tengo mis propios asuntos. Cristian se quedó perplejo y le explicó de nuevo: —Sé que estos días te he descuidado demasiado, pero ya pronto volveré contigo. Si no te complazco, sé que vuelves a amenazar con suicidarte... No te enojes, ¿sí? —No estoy enojada. —Belén lo miró tranquila—. Y no volveré a enojarme. Se dio la vuelta y se fue, sin ver la expresión compleja que se formó en la cara de Cristian. Al regresar a la villa vacía, Belén comenzó a ocuparse de la segunda cuestión pendiente. Pasó concentrada todo el día sacando todos los regalos que Cristian le había hecho a lo largo de los años. El bolso Chanel de edición limitada, que él había viajado a París especialmente para comprárselo. Las joyas personalizadas, con las iniciales de sus nombres grabadas. Aquel disco de vinilo, edición exclusiva, que él consiguió tras hacer una interminable fila durante tres días como regalo de cumpleaños... Cada bello objeto, cargado con los dulces recuerdos que compartieron alguna vez. Ahora, los puso todos en una caja de cartón, les pegó una etiqueta y los llevó con rapidez a la casa de subastas. —Que todos estos artículos salgan a subasta desde un dólar —le dijo despreocupada al empleado—. Empaquétalos y nómbralos como "Gran paquete barato". En la sala de subastas, Belén acababa de tomar asiento cuando de pronto vio entrar a Cristian tomado de la mano de Isabel. —Beli, Cristian me trajo a comprar mi regalo de cumpleaños. —Sonrió alegre Isabel—. No esperaba encontrarte de nuevo, qué coincidencia. Belén con frialdad dirigió la mirada hacia la tarima de subastas. Durante toda la subasta, observó perpleja cómo Cristian pujaba por las costosas joyas para Isabel, y cómo se las probaba con ternura, era igual que lo había hecho con ella en el pasado. Curiosamente, mientras presenciaba todo eso, su corazón ya no sentía dolor. Quizás, ya se había vuelto insensible. —A continuación, la estrella del día: ¡"Gran paquete barato"! Cuando los empleados llevaron esa familiar caja de regalos al escenario, Belén vio cómo Cristian cambiaba de expresión, y el público estalló en conmoción y murmullos. —¿Está loca o qué? ¡Cualquiera de estos objetos vale una fortuna! —¿Desde un dólar? ¡Eso es como regalarlo! Las ofertas comenzaron a darse sin pausa alguna, y Belén, mientras veía los números cambiar en la pantalla, se levantó tranquila y se marchó. No vio que, en el instante en que se dio la vuelta, Cristian levantó la paleta y compró todo el lote por una suma astronómica. —¡Beli! Apenas salió de la casa de subastas, Cristian la alcanzó y le agarró la muñeca. —¿Qué significa todo esto? Todos esos regalos te los di yo, ¿por qué los vendiste así de barato? —Lo que me regalaste, es mío. —Belén lo miró con serenidad—. Puedo hacer con ellos lo que me parezca. Regresa, si seguimos discutiendo aquí, tu novia se va a enfadar. Cristian pensó que ella aún seguía enojada, suspiró sin poder hacer nada. —Te lo he dicho mil veces, sólo me queda acompañarla un mes más y volveré a tu lado. La única a la que amo eres tú, por favor, no te pongas así. —¿De verdad? —Belén de repente sonrió, y esa sonrisa hizo temblar el corazón de Cristian—. ¿En serio sólo me amas a mí? El semblante de Cristian cambió y estaba a punto de responder. —¡Fuego! ¡Corran! Un grito agudo surgió de la parte interior de la casa de subastas. La expresión de Cristian se transformó, recordó que Isabel aún seguía adentro, soltó a Belén y corrió desesperado de regreso. Belén cayó al suelo, tropezando, y antes de poder levantarse, fue pisoteada por la multitud que huía presa del pánico. El dorso de la mano, el hombro, la espalda en fin... Innumerables pies se estamparon con fuerza sobre su cuerpo. —Cof, cof... Escupió sangre y todo se tornó negro ante sus ojos; finalmente, perdió la conciencia. En el último momento, vio vagamente a Cristian salir angustiado del incendio cargando a Isabel en brazos, sin dedicar ni una sola mirada en esa dirección.

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