Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 8

Después de dar las gracias, Belén tramitó con tranquilidad su alta hospitalaria. Al regresar a casa, Belén se sentó al borde de la cama y fue borrando, una por una, las fotos que tenía con Cristian en el celular. El primer beso a los dieciséis años, los fuegos artificiales a los dieciocho, la propuesta de matrimonio a los veintidós... Sus dedos se detuvieron por largo rato sobre el botón de "confirmar eliminación"; finalmente, lo pulsó. Cerró con cuidado una a una sus cuentas en las redes sociales, como si así pudiera borrar poco a poco los recuerdos compartidos. De repente, llamaron a la puerta. —¿Beli? —Cristian estaba afuera, llamando—. ¿Por qué no puedo comunicarme contigo? ¿No llegan mis mensajes? —He eliminado todas mis cuentas —respondió Belén tranquila. —¿Por qué? —Estaba asombrado. Ella no dio explicaciones, solo preguntó con frialdad: —¿Necesitas algo? —Mañana se cumple el mes que le prometí a Isabel. —Su voz se suavizó de pronto, como cuando solía consolarla—. Debería volver contigo, pero... Dudó por unos minutos antes de continuar: —En su cumpleaños, Isabel pidió que me quedara tres días más con ella. Acepté. Así que... —¿Así que? —Mañana tengo un vuelo a Suiza, tú siempre quisiste ver la nieve, ¿no es así? Te llevo y, si quieres dentro de tres días, iré a buscarte, ¿de acuerdo? De repente, Belén sonrió, qué irónico era el destino. Iba a Suiza preciso para una muerte asistida, y quien la llevaría por ese largo camino no era otro que Cristian. —De acuerdo, iré. Cristian se quedó sorprendido por lo rápido que aceptó. Una extraña sensación volvió a invadirlo, pero reprimió su inquietud. —Listo mañana vendré a buscarte. Aquella noche, Belén contempló la luz de la luna tras la ventana y no pegó el ojo. A la mañana siguiente, Cristian apareció puntual en la puerta. Llevaba puesto su impecable uniforme de capitán, las charreteras brillando bajo la luz del amanecer. —Vámonos. —Quiso tomar el equipaje de Belén con naturalidad, pero en cuanto rozó sus dedos, se echó con brusquedad hacia atrás—. ¿Por qué están tan frías? Belén no respondió y lo siguió en silencio hasta el auto. En la cabina, su voz resonó por el altavoz: —Señoras y señores, soy el capitán Cristian, les deseo una feliz estancia en Suiza... Esa melodiosa voz que antes hacía latir el corazón de Belén, ahora sonaba tan lejana. Durante las diez horas de vuelo, Belén no apartó la mirada del mar de nubes tras la ventanilla; aquellas capas y capas de blanco le recordaban con dulzura a los cerezos en flor que él le mostró cuando eran jóvenes. —Hemos llegado. —Al bajar del avión, Cristian le acomodó un poco la bufanda—. Vendré a buscarte en tres días, espérame. —Cristian Rodríguez. —De pronto, Belén pronunció su nombre completo—. Ya no podré esperarte. Él se quedó helado. —¿Qué? —Nada. —Belén sonrió levemente—. Buen viaje. Mientras veía cómo él se alejaba con prisa, Belén se giró y se encaminó silenciosa hacia la clínica donde tenía cita. —¿Señorita Belén? —Una empleada le entregó respetuosamente un documento—. Esta es la última confirmación. Belén firmó con tranquilidad, y escuchó la pregunta: —¿Quiere dejar algún mensaje? —En tres días alguien vendrá a buscarme. — Belén miró ensimismada la nieve por la ventana—. Por favor, dígale que... —Si pudiera volver atrás, en aquel año en que tenía dieciocho, Belén no habría aceptado la confesión de Cristian bajo los cerezos en flor. Cuando la aguja introdujo el líquido en su vena, le pareció de pronto ver al joven de dieciocho años bajo el cerezo, los ojos enrojecidos y la mano extendida con firmeza hacia ella. —No vuelvas a perdonarlo... Belén sonrió satisfecha y cerró los ojos, sin volver a despertar.

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.