Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 5

Durante los últimos siete años, cada vez que Federico asistía a una gala, su acompañante siempre era Norma. Cada vez que alguien hacía una pregunta ambigua al respecto, él respondía con el mismo tono indiferente. —Ella es Norma, la subdirectora de ventas del Grupo Nuevo Bosque. Ella no era una persona especial. Norma ya se había acostumbrado a esa respuesta. En aquel entonces, no le parecía importante, mientras fuera ella quien estuviera a su lado, era suficiente. Ahora que Marta había regresado, el lugar junto a él ya no le pertenecía. "¿Esta vez, con Marta a su lado, qué respondería Federico?" Norma no sentía esa punzada de dolor que habría imaginado, tal vez ya estaba insensibilizada. Después de todo, ya había adivinado desde hacía tiempo lo que Federico le pediría. Sin mostrar la menor emoción, aceptó: —Está bien. La gala se celebraría a las ocho de la noche. El lugar estaba iluminado con una magnificencia deslumbrante, y la orquesta interpretaba un tema con violonchelos. Norma ingresó al salón junto a Alonso. Durante el trayecto, Norma ya le había comunicado a este los datos específicos del proyecto. La siguiente etapa era definir los preparativos previos al inicio del mismo. Grupo Nuevo Bosque y Grupo Aurora tenían presencia en el ámbito de Microsoft. Ahora, ambas compañías se unían con el objetivo de construir una nueva plataforma, para lograr así un aumento en el rendimiento: una cooperación beneficiosa para ambas partes. El proyecto se llamaba plan "Acción Coordinada". —Señor Alonso, en cuanto al proyecto... La diferencia entre la iluminación del pasillo y la del salón era evidente. Alonso soltó una ligera risa: —Subdirectora Norma, ya conversamos lo suficiente en el carro. ¿No cree que ahora deberíamos relajarnos un poco? Esta noche estás muy hermosa. Se notaba que el cumplido de Alonso era simplemente una muestra de admiración. Norma esbozó una ligera sonrisa. Esta escena fue presenciada por Federico desde la distancia. Norma llevaba un vestido rojo estilo sirena, con tirantes, y un delicado collar de gemas invertidas que resaltaba su clavícula, blanca y suave como las alas de una mariposa lista para volar. Su peinado era sencillo: un moño bajo adornado con rosas rojas, sujetado con un broche decorado con gemas del mismo color. Se veía elegante y encantadora, tan deslumbrante como una rosa roja en plena floración. Rara vez se presentaba así. La mayoría de las veces, Norma mantenía una imagen serena y comedida, incluso en galas, su estilo era sobrio e intelectual, nunca tan "llamativo" como esta vez. Al ver a Alonso a su lado, Federico no pudo evitar empezar a preguntarse cosas. Marta, por supuesto, también notó lo animados que se veían ambos mientras conversaban. "¿Cómo es posible que mi hermano se haya metido con Norma?" Nadie lo sabía mejor que Marta: Alonso jamás llevaba pareja a una gala. Justo cuando ella seguía preguntándose aquello, Federico ya se estaba acercando a los dos. —Norma. La voz grave de Federico sonó detrás. Norma se giró. Siete años de convivencia habían sido suficientes para que ella entendiera que el estado de ánimo de Federico no era bueno. —¿Señor Federico, necesita algo? —Te dije que esta noche no era necesario que me acompañaras a la gala. Últimamente, Norma no se comportaba como él esperaba. La mirada de Federico se volvió oscura y profunda: —¿Tan solo una tarde y ya lo olvidaste? Su tono dejaba claro su descontento por el hecho de que ella no tomara en cuenta sus palabras. —Señor Federico, la señorita Norma es mi acompañante esta noche. —Alonso se adelantó, bloqueando gran parte de la visión de Federico, con un tono amable. Incluso había cambiado el modo en que la llamaba, dejando claro que no deseaba mezclar a la Norma personal con la profesional del Grupo Nuevo Bosque. —Aunque sea empleada del Grupo Nuevo Bosque, no hay ninguna regla que le impida asistir, ¿o sí? Federico suspiró de la rabia. —Sí, Federico, no te pongas tan serio. Ni digas señorita Norma, que hasta yo me asusté un poco. Marta, con un gesto cariñoso, tomó del brazo a Federico y ladeó la cabeza para mirar a Norma: —Antes siempre era ella quien te acompañaba a las cenas, pero ahora que he vuelto, la señorita Norma ya no puede asistir. La verdad, me siento un poco culpable. Sus palabras llevaban un claro mensaje. Como si insinuara que Norma estaba allí con Alonso solo para provocarlo. Y más aún, le decía directamente a Norma que, mientras Marta estuviera presente, ella no tenía ningún lugar. Las comisuras de los labios de Norma se torcieron ligeramente hacia abajo. Conteniendo el impulso de responder por respeto a Alonso, se obligó a guardar silencio. —Señor Federico, esta es una gala benéfica, no se trata de negocios. Creo que tengo derecho a asistir, y no tengo ninguna obligación de informarle sobre mis asuntos personales. Su tono era sereno, sus palabras claras, marcando una línea muy definida entre ambos. Los ojos de Federico se oscurecieron. Justo cuando iba a decir algo, Marta ladeó la cabeza y, como si intentara suavizar la situación, intervino: —Está bien. Ni siquiera yo sabía que mi hermano tenía una relación tan cercana con Norma. Cada quien con su vida. Luego giró la cabeza hacia Alonso: —Hermano, de verdad que no tienes remedio. ¿Cómo no dijiste nada de que vendrías con acompañante? Mamá aún está pensando en organizarte una reunión para presentarte con la hija de la familia Romero. ¿Qué va a pensar la señorita Ana? Qué vergüenza. Sus palabras sonaban a reproche hacia Alonso por su falta de consideración. Y fácilmente podían hacer pensar a los presentes que había algo más entre Alonso y Norma. Este último respondió con un tono indiferente: —Fue algo espontáneo. De paso quería conversar con la señorita Norma sobre el proyecto. Era la verdad. Que le creyeran o no, dependía de cada uno. Marta soltó una risita y, girando el rostro, le susurró algo a Federico. En ese momento, algunos socios comerciales se acercaron a saludar. Alonso notó que Norma tenía mala cara: —¿Señorita Norma, vamos a descansar un momento por allá? —Está bien. Antes de alejarse, tal como lo había anticipado, Norma escuchó la familiar pregunta: —Señor Federico, ¿y esta señorita quién es? —Marta, la hija de la familia Reyes. La hija de la familia Reyes. No era una empleada de la empresa, sino una compañera digna de estar a su altura. Norma caminó paso a paso hacia adelante, mientras sentía cómo su corazón se enfriaba poco a poco. Durante toda la gala, Federico fue el centro de atención. Norma pasó toda la noche escuchando elogios: que él era apuesto, que Marta era hermosa, que hacían una pareja perfecta. La gala terminó a las diez en punto. Alonso, al notar que ella parecía un poco mareada por el alcohol, le propuso: —Señorita Norma, ¿le parece si la llevo a casa? Norma, consciente de que ya lo había incomodado bastante esta noche, declinó con cortesía: —No hace falta, señor Alonso. Tomaré un taxi. —No sea tan formal. Esta noche no tengo ningún compromiso. Mientras hablaba, el celular de Alonso sonó. Al ver la pantalla, se notó molesto. Norma aprovechó el momento para decir: —Señor Alonso, atienda tranquilo. Ya pedí un carro con antelación, me está esperando justo allá adelante. Naturalmente, esa era solo una excusa. Norma caminó unos pasos más. Justo cuando iba a levantar la mano para detener un taxi, un auto negro de alta gama se detuvo con suavidad frente a ella. La ventanilla bajó, y el rostro de Federico apareció en su campo de visión. Su voz grave y firme se oyó con claridad: —Norma, sube. Ya que había decidido alejarse, no tenía sentido dejar que los demás percibieran alguna relación entre ella y Federico. Darse vuelta para marcharse habría levantado demasiadas sospechas. Norma subió al carro sin mostrar emoción alguna. Se escuchó un "¡pum!" Justo cuando se cerró la puerta, el hombre la envolvió con fuerza entre sus brazos. Un aliento frío e imponente la invadió por completo. Era una sensación conocida, y extrañamente reconfortante. El beso del hombre fue dominante, imposible de rechazar. Norma respondió por reflejo, pero pronto recuperó la claridad, rompiendo con ese acto automático. En el instante en que se separaron, a Norma le dieron ganas de vomitar. Levantó la mano y se limpió los labios. Como si sintiera un profundo disgusto. Ese gesto hizo que la mirada de Federico se volviera siniestra al instante: —Norma, Alonso ya se fue. ¿Aún crees necesario seguir fingiendo que no me conoces?

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.