Capítulo 8
Ahora, lo único que ella deseaba era marcharse con tranquilidad. Ya fuera una prórroga o cualquier otra cosa, mientras pudiera irse de allí y cortar por completo con Federico, tendría un nuevo comienzo.
...
En la oficina de Federico, la atmósfera era tan densa que resultaba opresiva.
Norma estaba de pie en la puerta, con una expresión de clara impaciencia fruncida en el entrecejo. Ni siquiera se molestó en mantener la sonrisa profesional más básica.
—Señor Federico, ¿me buscaba por algo?
Al lado de él estaba Marta, con los ojos enrojecidos, como si hubiese pasado por una gran injusticia.
Federico ni siquiera levantó la cabeza, y su tono fue completamente impersonal: —Ha surgido un problema urgente con la colaboración del señor Héctor. Este cliente siempre ha sido atendido y gestionado por ti. Ve y resuélvelo.
El entrecejo de Norma se frunció de manera instintiva.
Héctor era uno de los clientes más importantes de la empresa y, efectivamente, siempre había estado a su cargo, sin que jamás hubiera surgido inconveniente alguno.
Sin embargo, hacía unos días, el propio Federico había cancelado y transferido a Marta aquel proyecto clave, precisamente el correspondiente a la colaboración con Héctor.
Desde entonces, quien mantenía contacto con Héctor era Marta, y apenas habían pasado unos días antes de que surgiera algún problema.
Al lanzar una mirada a Marta, quien tras su aparente fragilidad escondía una expresión sutilmente desafiante, Norma lo entendió todo al instante.
Le habían arrebatado un proyecto importante para beneficiar a Marta, y ahora que algo había salido mal, querían que ella, quien había gestionado la cuenta durante tanto tiempo, fuera a resolverlo. Una vez solucionado, los méritos volverían a ser de Marta.
No solo le pedían que la ayudara, sino que lo hacían con total descaro.
A Norma le pareció tan absurdo que no pudo evitar soltar una risa irónica. Las palabras sarcásticas fluyeron sin filtros, sin el menor intento de disimulo: —¿Qué pasa? ¿La señorita Marta, destacada egresada de prestigiosas universidades extranjeras, no logró dejar satisfecho al señor Héctor después de hacerse cargo del proyecto?
El tono burlón era evidente, y a Norma no le importaba en lo más mínimo lo que pudiera pensar Federico.
Si con eso lograba enfurecerlo al punto de aceptar su renuncia, sería lo mejor que podría pasarle.
—Federico, si la señorita Norma no quiere, no importa, yo también puedo solucionarlo. Aunque el problema es un poco complicado, yo... Yo puedo investigar más y... —dijo Marta con una sonrisa forzada.
Federico no la miró, sino que fijó la vista en Norma, con la voz cada vez más fría.
—Norma, ella acaba de llegar, aún hay muchas cosas que no conoce. Tú estás más familiarizada con el cliente.
"¿Que no está familiarizada?"
"Pero si yo le entregué toda la documentación."
"¿Será que no está familiarizada o simplemente no es capaz?"
Norma respiró hondo, y su mirada se volvió más contenida. No necesitaba pensarlo demasiado para saber que, si ella no resolvía el problema, terminaría repercutiendo en su equipo. De Marta, desde luego, no se podía esperar nada.
Si ese era el caso, mejor encargarse ella misma.
—Está bien.
Norma se dio la vuelta y ese mismo día se reunió con Héctor.
—Señor Héctor, ¿podría decirme por qué desea cancelar la colaboración? —Preguntó con voz suave.
Héctor soltó un largo suspiro y su rostro reflejó incomodidad.
—Señorita Norma, esta vez el plan de proyecto de su empresa es completamente distinto al que teníamos antes. Al ponerlo en marcha, no siguió el desarrollo esperado e incluso muestra una tendencia a la baja. Temo seguir perdiendo dinero.
Norma hojeó rápidamente los documentos presentados por el equipo de Marta, y a medida que leía, su cara se deformaba cada vez más.
El plan buscaba beneficios inmediatos, desviándose por completo del enfoque original, que era sólido y basado en ganancias compartidas.
Dejó los documentos a un lado y miró a Héctor con una expresión de sincera disculpa: —Le pido una disculpa, el error fue nuestro. Pero llevamos años colaborando. Espero que el señor Héctor pueda darnos otra oportunidad. A partir de ahora, yo me encargaré personalmente de este proyecto. En cuanto a los costos adicionales generados en esta etapa, los asumiremos. Usted puede observar los resultados tras los ajustes antes de decidir si desea continuar la colaboración, ¿le parece?
Luego, Norma explicó con claridad la solidez y las expectativas de rentabilidad del plan original, basándose en el propósito inicial del proyecto, los datos de mercado y las tendencias futuras. Además, propuso varios ajustes clave en los detalles de ejecución, lo cual disipó por completo las dudas del cliente.
El ceño fruncido de Héctor finalmente se relajó, y soltó un suspiro de alivio.
—Señorita Norma, después de escucharte, ya me siento tranquilo. Puedo darles una nueva oportunidad. Eres la más profesional, la que mejor entiende este proyecto.
Norma le agradeció y le entregó la versión modificada del plan: —Señor Héctor, este es el que he ajustado. ¿Podría revisar si está conforme?
— Bastante. Su capacidad para resolver problemas con profesionalismo, en mi opinión, es la mejor de su empresa.
Norma sonrió levemente: —Me halaga demasiado.
Norma regresó a la empresa.
Se pidió un café para despejarse y se frotó los ojos.
Al volver a abrirlos, una persona apareció frente a ella sin previo aviso.
—¿Señor Alonso? —Exclamó Norma con sorpresa.
—¿Qué hace usted aquí?
Alonso le sonrió con amabilidad: —Vine a hablar con el señor Federico sobre algunos temas de colaboración.
Norma lo entendió de inmediato.
—Sobre el proyecto que estamos desarrollando juntos, hay algunos detalles que me gustaría confirmar. ¿Estarías disponible más tarde para que podamos hablar? Ahora debo volver a mi oficina a atender unos asuntos, así que no tengo tiempo por el momento. Tal vez tendría que molestarte, señorita Norma.
Ella arrugó los labios.
"¿Pero esto qué es?" "¿Ni siquiera después de salir del trabajo puedo descansar?"
Pero al tratarse de un socio importante, no podía rechazarlo.
—Por supuesto, señor Alonso.
Él asintió con una sonrisa: —Entonces, más tarde pasaré a buscar a la señorita Norma.
Observó la silueta de Alonso alejarse, y tenía muy claro lo que estaba pasando.
La intención de Alonso de reclutarla para Grupo Aurora era demasiado evidente.
Solo que... Si realmente se cambiaba al Grupo Aurora, probablemente Marta le haría la vida aún más difícil, y además había otras cosas que debía considerar...
Norma se llevó una mano a la frente.
Por la noche, justo cuando terminó su jornada, el auto de Alonso ya la estaba esperando abajo.
Alonso bajó la ventanilla y le hizo una seña.
Norma respiró hondo, recompuso su ánimo y se acercó al auto.
El carro se detuvo frente a un restaurante de ambiente elegante.
—Vamos, señorita Norma. Justo no hemos cenado, así que considéralo una compensación por haber ocupado tu tiempo —dijo Alonso con un tono natural que dificultaba rechazarlo.
Norma lo pensó un momento. Últimamente no había hecho más que correr entre el hospital y el trabajo, y realmente hacía mucho que no disfrutaba de una buena comida, así que asintió.
Durante la cena, Alonso comentó, como si fuera algo casual.
—Señorita Norma, escuché que esta tarde resolviste de manera muy eficiente el problema del proyecto del señor Héctor. Él no deja de elogiarte.
Norma se excusó: —No fue nada, solo hice lo que me correspondía. El señor Héctor exagera.
—¿Cómo va a hacerlo? A mi parecer, el señor Héctor tiene muy buen ojo —respondió Alonso, mirándola mientras hablaba. En su mirada no había ningún matiz romántico, solo una sincera admiración por el talento.
—Señorita Norma, usted tiene grandes capacidades. Sobre la propuesta que le hice la vez pasada, ¿ha tenido oportunidad de considerarla?
El movimiento de Norma al cortar su filete se detuvo. Bajó ligeramente la cabeza.
Pasado un buen rato, respondió con voz pausada.
—Señor Alonso, Grupo Aurora es, sin duda, una excelente opción. Pero tengo algunas preocupaciones. Espero que pueda darme un poco más de tiempo para pensarlo.
—Por supuesto. —Asintió Alonso.
—Las puertas de Grupo Aurora estarán siempre abiertas para usted.
Norma no respondió. Simplemente bajó la cabeza y continuó comiendo.
Todo lo que había sucedido en ese tiempo se sentía como una tormenta repentina que la había tomado desprevenida, dejándola aturdida.
Ya fuera por Amelia o por Marta, todo parecía avanzar en una dirección contraria a sus deseos.
Y ella, salvo aceptar a la fuerza, no tenía otra opción.
Esa sensación de impotencia era profunda.
Después, hablaron un rato sobre temas del proyecto.
Al terminar la cena, Alonso la llevó en el auto.
—¿Podría llevarme de regreso a la oficina? Olvidé unas cosas —dijo Norma.
Alonso asintió.
El vehículo avanzaba con suavidad, mientras las luces de neón de la ciudad se deslizaban rápidamente por la ventana, como cintas brillantes tejidas en el aire.
Norma apoyó la cabeza contra la ventana, mirando los paisajes urbanos que le eran tan familiares. En sus ojos se reflejaba un cansancio tan denso que no se podía disolver.
Tal vez solo en esos momentos podía encontrar un respiro.
El vehículo se detuvo frente al edificio de la empresa. Norma abrió la puerta del copiloto y bajó.
La noche de principios de otoño traía consigo un frescor que le hizo estremecer ligeramente.
—Señorita Norma, espere un momento.
Alonso también bajó del auto y la llamó. Acto seguido, con naturalidad, se quitó su chaqueta de traje y la colocó con cuidado sobre los hombros de ella.
Norma se sorprendió, e inmediatamente quiso quitársela.
—Señor Alonso, esto no es apropiado.
—Solo es una chaqueta.
Norma lo miró. Su expresión era franca y serena. Al final, esbozó una sonrisa resignada. Sabía que insistir en rechazarlo sería descortés, así que ajustó mejor la chaqueta, aún cálida con el calor corporal de él.
—Entonces, muchas gracias, señor Alonso.
En ese momento, en la planta baja del edificio, Federico acababa de terminar unos asuntos y se disponía a salir. Por pura casualidad, al pasar junto a la ventana de cristal, vio claramente aquella escena al borde de la acera que, a simple vista, parecía íntima.