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Capítulo 9

Norma llevaba sobre los hombros una chaqueta evidentemente masculina y costosa, mientras Alonso se inclinaba ligeramente hacia ella, la distancia entre ambos era mucho menor de lo que dictaban los límites sociales. No se supo qué le dijo Alonso, pero Norma incluso le dedicó una ligera sonrisa. El rostro de Federico se ensombreció al instante, hasta el punto de parecer que podía gotear agua. Durante esos días, Norma había sido fría como el hielo con él, aparte de entregarle la carta de renuncia y comunicarse estrictamente por motivos laborales, no quería intercambiar ni una palabra más. Y, sin embargo, en ese momento, era capaz de conversar animadamente con otro hombre, e incluso mostrarle esa expresión relajada que él no veía desde hacía mucho tiempo. Federico apretó los puños por instinto. Una oleada de furia nubló su juicio y, casi sin pensarlo, alargó el paso en dirección a esa escena irritante frente a él. —¿Qué hacen ustedes? Una voz repentina hizo que ambos se sobresaltaran y volvieran la cabeza. Federico se acercó en unos pasos, con el rostro tan sombrío como una tormenta y la mirada tan afilada como cuchillas. —El señor Alonso y la subdirectora de mi empresa últimamente se han vuelto bastante cercanos. Habló con severidad, cada palabra cargada de hielo. Alonso notó que algo andaba mal, retrocedió medio paso con cortesía y mantuvo un tono de voz amable. —Señor Federico, se equivoca. Solo estábamos conversando sobre algunos detalles del proyecto, por eso la traje de regreso. —¿Conversando sobre el proyecto? Federico soltó una risa sarcástica y su mirada se desvió hacia la amplia chaqueta que Norma llevaba sobre los hombros, evidentemente masculina. —¿Y eso también es necesario para el trabajo? Alonso sonrió levemente: —No realmente, simplemente vi que la señorita Norma llevaba ropa ligera y, como la noche está fría, no quería que se resfriara. Norma no dijo nada, ni siquiera se dignó a mirar a Federico, manteniendo esa actitud de reproche contenida. Esa completa indiferencia de su parte solo avivó aún más la ira de Federico. El fuego en su pecho no dejaba de arder. Al notar el ambiente tenso, Alonso carraspeó dos veces. —Señor Federico, ya que la señorita Norma ha llegado sana y salva, no los molesto más. Me retiro. Dicho esto, asintió levemente a Norma, se dio la vuelta y subió al auto para marcharse. La brisa de principios de otoño soplaba con una frescura penetrante, frente al edificio vacío de la empresa, solo quedaban ellos dos. —A él sí que le preocupas. —La voz de Federico era más fría que el viento nocturno, cargada de burla evidente. Norma entendía perfectamente el tono sarcástico de sus palabras y ya estaba harta de ese tipo de actitud. No comprendía por qué él adoptaba esa postura, como si quisiera aparentar algo. "Ni diga que no tengo nada con Alonso, pero aunque lo tuviera, ¿qué derecho tiene Federico a meterse en mi vida?" "¿No le basta ya con tener a Marta? ¿Todavía quiere a las dos?" "Es demasiado ambicioso." Agobiada y molesta, Norma no quiso responderle. Su silencio solo logró enfurecer aún más a Federico, quien continuó con voz helada: —Cualquiera pensaría que no eres empleada del Grupo Nuevo Bosque, sino del Grupo Aurora, con lo mucho que te aprecia Alonso. —Él y yo solo hablamos de asuntos laborales. Eso ya lo ha aclarado él mismo. —Norma finalmente habló, impaciente. —¿Laborales? —Federico seguía con las risas sarcásticas. —¿Y qué trabajo no se puede resolver en la oficina? Avanzó dos pasos más, acercándose a Norma. La frialdad en su mirada era profunda y sus palabras carecían por completo de calor humano. —Primero sales con él como su acompañante, y ahora dejas que te traiga de vuelta. Norma, ya no estoy seguro de que tu corazón siga en el Grupo Nuevo Bosque. No me extraña que estés tan apurada por renunciar. ¿Acaso ya tienes asegurado tu lugar en otra empresa? —Basta. —Norma se empezó a enojar, su voz rara vez cargaba ira. Renunciar antes de encontrar un nuevo empleo y renunciar por haberlo ya conseguido eran dos cosas completamente distintas. La insinuación de Federico sobre un cambio de empresa, como si ella ya hubiese pactado con el Grupo Aurora, era un golpe bajo en su carrera, una mancha grave que se condenaba fuertemente en el gremio y que atentaba contra la ética profesional. "Después de siete años de conocernos, ¿así es como me ve?" "¿Cree que yo soy ese tipo de persona?" Era una humillación intolerable para su carácter y para todos esos años de entrega. Norma levantó la vista para mirarlo. Su tono era sereno, pero se percibía la ira contenida detrás de cada palabra. —Señor Federico, mi decisión de renunciar no tiene ninguna relación con el Grupo Aurora. Es una decisión personal. —Además, no soy una persona sin ética profesional ni sin escrúpulos. El rostro de Federico se tensó visiblemente. "Sin escrúpulos" hacía alusión a lo de Marta tomando su proyecto, "sin ética profesional" apuntaba directamente al favoritismo y la injusticia de él mismo. Norma retrocedió un paso, ampliando la distancia incómoda entre los dos. Su voz fue tan fría como el hielo. —Señor Federico, si usted decide juzgarme desde esa perspectiva oscura y malintencionada, discúlpeme, pero no puedo aceptarlo. —Si ya no hay confianza, lo mejor sería separarnos cuanto antes. Será lo mejor para ambos. —Y usted sabe mejor que nadie por qué decidí renunciar. —Tengo cosas que hacer. No lo voy a acompañar más. Dicho esto, se dio la vuelta y se marchó. Federico se quedó inmóvil, con el rostro sombrío, observando cómo se alejaba. Cada palabra que ella le había dicho era como una espina clavada. "¡Norma, qué dura eres!" Ese enfrentamiento terminó sin reconciliación alguna. A la mañana siguiente, Elena llegó visiblemente preocupada con una nueva instrucción de parte de Federico. —El señor Federico dijo que, de ahora en adelante, todos los informes de trabajo del equipo deben ser entregados directamente por ti en su oficina. Norma respiró hondo. Esto no era más que una forma disfrazada de hacer su trabajo más engorroso. —Norma... —Elena la miró con cierta preocupación. Esta última llevaba tres años en la empresa, ya no era la universitaria ingenua de antes, y podía ver claramente que esto lo estaba haciendo Federico con toda la intención. —No pasa nada. —Norma le sonrió con esfuerzo, tratando de tranquilizarla—. Solo hay que hacer lo que dice. Sin embargo, los problemas no terminaron allí. Marta rondaba casi a diario por el departamento con la excusa de supervisar como directora, buscando cualquier oportunidad para ponerle las cosas difíciles a Norma. Ella ya estaba acostumbrada a eso, hasta que Marta volvió a golpear su escritorio. —Señorita Norma, me imagino que ya está al tanto de la solicitud del señor Federico. —Marta levantó el mentón con una actitud altiva. Norma respondió con un leve asentimiento. Marta soltó una risita y continuó con lentitud: —Estuve pensando... Ya que la señorita Norma ha decidido renunciar, sería buena idea que prepare un listado detallado de todo tu trabajo durante estos siete años. Así será más fácil hacer comparaciones y la entrega, ¿no crees? Hizo una pausa, y su tono sonó aún más considerado: —Señorita Norma, ¿no hay problema, verdad? Esto es para ayudarte a optimizar el proceso de salida, no vaya a ser que se te escape algo y después no se pueda aclarar. —Ah, y recuerda hacerlo bien detallado, que incluya absolutamente todas tus responsabilidades, no dejes nada por fuera. Norma entrecerró un poco los ojos, pero antes de que pudiera decir algo, Elena no pudo contenerse. —¿Y eso con qué derecho? Ningún otro empleado tuvo que hacer algo así al renunciar. ¿Por qué Norma sí? —Además, todos los registros están guardados en la base de datos. No tiene sentido. Siete años de trabajo... ¿Cuánto tiempo le va a tomar organizar todo eso? ¿Qué clase de optimización es esa? ¡Claramente es...! —Ya basta, Elena. —Norma la interrumpió antes de que terminara. Elena se detuvo y giró la cabeza hacia ella, con los ojos llenos de preocupación. Llevaba tres años bajo su tutela, era su mejor empleada y también quien más se indignaba por las injusticias que le hacían. Desde el día en que Marta llegó repentinamente a la empresa y le arrebató el proyecto, Elena no había dejado de sentir que Norma no merecía ese trato. —¿Elena tiene algún problema con mis decisiones? Solo quiero lo mejor para la señorita Norma, ¿no es así, señorita Norma? —Marta la miró con una calma fingida. —Señorita Marta, no hace falta discutir con ella. Prepararé el listado de trabajo. —Norma se puso de pie, colocándose frente a Elena. Ella ya iba a renunciar. Elena, en cambio, seguiría trabajando allí. No tenía sentido que se enfrentara con Marta por su culpa. Eso no le traería ningún beneficio. Elena apretó los dientes, pero al final, con una expresión de impotencia, se sentó de nuevo sin decir nada más.

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