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Capítulo 3

—La última vez que fuiste a recoger el certificado de matrimonio, te encontraste con una compañera de la universidad. Alguien vino a preguntarme por ti. Hoy hay una reunión de exalumnos, y quizás Valeria escuche algo. Vamos a aclarar las cosas para que no se entere de que estamos casados. Sandra recordó enseguida que, efectivamente, se había encontrado con una compañera de la universidad en la puerta de la alcaldía. En su vida pasada, no pudo evitar presumir un poco, y al día siguiente, todos ya estaban hablando de su boda. Valeria, por su parte, lloró y se quejó desconsolada por todo eso. Esta vez, Sandra no quiso presumir, ni le dijo a nadie a qué iba, pero aun así la gente había malinterpretado la situación por completo. Como también quería aclarar todo, aceptó la propuesta de Ricardo. El auto aceleró hacia el club, y Ricardo la acompañó hasta la puerta del salón privado, repitiendo al pie de la letra sus instrucciones una vez más. —Cuando entres, di que fuiste a la alcaldía a llevarle el DNI a tu prima, y no digas nada más. Si no sigues esto, atente a las consecuencias. Al ver la advertencia en su mirada, Sandra respondió en silencio: —Tranquilo, aclararé todo. No dejaré que nadie piense que estamos casados. Después de todo, quien se casó con él no fue ella. Solo estaba diciendo la verdad. Ricardo, se despidió aliviado, y levantó el mentón, indicándole que entrara sola. Al verlo irse y bajar las escaleras, Sandra suspiró y abrió la puerta del salón privado. Al oír el ruido, todos en el salón se dieron la vuelta. Al verla, se acercaron con rapidez. —Sandra, ¿cómo es que tuviste tiempo para venir a la reunión de exalumnos? ¿Será que tienes alguna buena noticia para contarnos? Ya hemos escuchado ciertos rumores, alguien te vio en la puerta del registro civil y vio el nombre de Ricardo en la lista de matrimonios. ¿Ustedes dos se casaron? ¿No habrás venido hoy a repartir invitaciones de boda, verdad? Ante la mirada curiosa de todos, Sandra lo negó y repitió lo que Ricardo le había dicho, desmintiendo por completo el rumor sobre su boda. Pero sus compañeros no le creyeron en lo absoluto, y todos quedaron asombrados. —¿Le llevaste el DNI a tu prima? ¿Qué clase de excusa es esa? ¡No nos engañes! ¿Quién no sabe que llevas años enamorada de Ricardo? Has estado persiguiéndolo sin importarte nada: cada día le comprabas el desayuno y se lo llevabas hasta su dormitorio, te pusiste justo frente al balón de baloncesto que te golpeó la cabeza y te dejó con una conmoción cerebral bastante seria, e incluso renunciaste a la oportunidad de seguir estudiando en la Universidad Noche Estrellada por él... Al escuchar todo eso, Sandra se quedó en silencio, sintiendo como si aún tuviera veintinueve años, como si los días de estudiante fueran ahora un recuerdo lejano e inalcanzable. Ahora, con tan solo veintidós años, recién graduada de la universidad y con un futuro prometedor, Sandra ya no quería seguir atada a Ricardo. Ya que el destino le había dado una segunda oportunidad, no pensaba seguir enredada con él. Así que sacó apresurada de su bolso el registro de residencia que había traído consigo esa mañana y les mostró a todos la sección donde indicaba que estaba soltera. Al ver esto, por fin le creyeron que estaba soltera, aunque todavía parecían un poco escépticos. —Entonces, ¿en realidad fuiste a llevarle el DNI a tu prima? ¿Y quién se casó con Ricardo ese día? ¿Lo descubriste? —No, no lo encontré, no sé. Al escuchar su respuesta, todos se sintieron un poco decepcionados, pero continuaron entretenidos discutiendo sobre el tema. —Si no fue Sandra, ¿acaso sería Valeria? Aunque Valeria viene de una familia pobre, su padre es alcohólico y su madre está postrada en cama, la familia Medina siempre le ha dado importancia a que las condiciones familiares sean similares. ¿De verdad aceptarían que ella se casara con Ricardo? —¿Por qué no sería posible? ¡Ustedes saben cuánto le gusta Ricardo a Valeria! Hace tres años, por ella rompió las reglas familiares, se alejó por completo de su familia para poder estar con ella y consiguió que su familia dejara de interferir en ese asunto. Solo es un matrimonio, aunque la familia no lo apruebe, con el poder que tiene ahora Ricardo en Venturis, ¿acaso no sería fácil para él casarse? Si se casan, ya sería tarde para que su familia se opusiera. —No, no, no. Si Ricardo ama tanto a Valeria, seguro habría hecho una gran propuesta de matrimonio. No hubo nada de eso, ¿cómo iba a ir a registrar el matrimonio? Eso no es su estilo, seguro alguien se ha confundido. Tal vez hay alguien con el mismo nombre. La mayoría estuvo de acuerdo con esa simple teoría, cuando de pronto, la puerta del salón se volvió a abrir. Ricardo entró con Valeria, quien los miró algo desconcertada. —¿Propuesta de matrimonio? ¿Qué propuesta de matrimonio? Parecía que algo se le ocurría, y su corazón dio un pequeño salto. Sonrojada, miró a Ricardo. —Ricardo, ¿estás pensando en... pedirme matrimonio pronto? La palabra "no" ya estaba a punto de salir de la boca de Ricardo, pero al ver la mirada expectante de Valeria, se detuvo al instante. Él sabía muy bien que ella había estado esperando con ansias una propuesta de matrimonio de su parte, pero ya se había casado con Sandra, y en esta vida jamás podría casarse con ella. Quería que ella siguiera adelante con su vida, pero no soportaba ver la tierna mirada de desilusión en sus ojos. Bajo la influencia de todos estos factores, miró a Sandra y luego contestó. —Sí, Valeria, quiero pedirte matrimonio.

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