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Capítulo 4

Al escuchar estas palabras, todo el salón se llenó de un ruido ensordecedor. —¿Por qué no hoy? ¿Qué tal si hoy mismo le propones matrimonio? ¡Con nosotros aquí, tus compañeros, también podemos ser testigos de este amor tan puro! Al escuchar estas palabras, los ojos de Ricardo se fijaron con intensidad. —¿Hoy? No, no puedo. Sin ceremonia, sin flores ni anillos, sería demasiado apresurado. Valeria estaba tan feliz que casi se puso a llorar, y emocionada no dejaba de mover la cabeza, su voz se quebró al hablar. —¡Ricardo, mientras tú quieras pedirme matrimonio, aunque no haya nada de eso, yo quiero casarme contigo! Ambos se miraron con deseo a los ojos, solo había espacio para ellos, y el amor ardiente que sentían casi se desbordaba. Sandra observaba con disimulo la escena, y un profundo dolor comenzó a invadir su pecho, extendiéndose con lentitud. Apretó con fuerza las manos, hasta hacer sangrar sus palmas, y en sus ojos brilló una señal de soledad. Sabía que el deseo de Ricardo de casarse era verdadero. Ya fuera en la vida pasada o en esta, incluso si ya se había casado con ella, en su corazón solo había una: Valeria. Antes, era su propio deseo, su imprudencia, el intentar arrebatarle su amor, pensando que con el tiempo podría ganarse su corazón. Pero ahora, había visto con dolor la realidad y se había despertado por completo. Miró a Ricardo abrazando a Valeria, su tono de voz era demasiado suave. —Tú dices que no te importa, pero yo sí quiero darte todo. No permitiré que la mujer que amo se case conmigo sin nada. Dame solo media hora y lo tendré todo listo. Dicho esto, llamó apresurado a su asistente y ordenó que comenzaran a preparar la ceremonia en el salón. Incluso mandó a buscar los anillos y las flores, y se aseguró de tener vestidos y maquilladores listos. Sus compañeros también se mostraron muy entusiastas y se ofrecieron a ayudar en todo, con rapidez organizaron todo lo necesario para la propuesta. Antes de que comenzara la ceremonia, Valeria se acercó cautelosa a Sandra con una cámara en las manos, y en su voz no podía ocultar la satisfacción. —Sandra, el fotógrafo que llamé no pudo llegar por un imprevisto que se le presento, pero escuché que eres muy buena con las fotos. ¿Podrías ayudarnos a registrar este maravilloso momento entre Ricardo y yo? Ricardo, que escuchaba atento de cerca, pensó al principio que Sandra intentaría sabotear la ceremonia, que trataría de detenerla. Pero, para su sorpresa, ella hizo todo lo contrario: aceptó con gusto y tomó la cámara con determinación. —Claro, haré lo posible para capturar este momento feliz para ustedes. Ricardo quedó atónito, sin poder creer que en realidad se comportara tan tranquila. Después de un breve pensamiento, tomó su celular y le envió un mensaje. —Ya he hecho lo que pediste y me he casado contigo, no puedo casarme con Valeria en esta vida. Ella quería una ceremonia de compromiso, y yo solo estoy cumpliendo su deseo. Aunque hoy te pongas celosa, no debes interrumpir a propósito. ¡Si le pasa algo a Valeria, haré que pagues un alto precio por eso! Sandra miró asombrada este mensaje y sonrió en silencio. Ya había muerto una vez por interferir en su relación, y ni tonta que fuera iba a volver a cometer el mismo error. No respondió, solo encendió la cámara y la dirigió hacia el centro del grupo. A través del lente, Ricardo, con su impecable traje, sostenía un ramo de rosas y caminaba con elegancia hacia Valeria, arrodillándose ante ella. Abrió la caja del anillo, tomó su mano con dulzura, y en sus ojos se reflejaba una ternura y un amor imposibles de ocultar a simple vista. —Valeria, desde el primer momento en que te vi, supe que me había enamorado de ti. Estos cuatro años contigo han sido los más felices de mi vida. Quiero casarme contigo, cuidarte y amarte por el resto de mi vida. ¿Te casarías conmigo? Las palabras llenas de sinceridad y emoción de su declaración llegaron a los oídos de Sandra, pero todo le parecía lejano. A unos cuantos pasos, Valeria ya había aceptado la propuesta y se colocó el anillo. Se abrazaron con amor, y Ricardo inclinó la cabeza para besar sus labios. Los gritos de entusiasmo y los aplausos llenaron el aire, sin cesar. Sandra grabó paso a paso toda la alegría de esa noche, cumpliendo su tarea a la perfección. Cuando terminó la ceremonia, caminó hacia Valeria y le entregó la cámara. —Felicidades, han culminado tantos años de relación y ahora tienen un final feliz... Sandra aún no había terminado de dar sus felicitaciones cuando, de repente, un grito desgarrador recorrió el lugar. Antes de que pudiera entender lo que estaba pasando, una fuerza la empujó hacia adelante. Unos minutos más tarde, chocó con la torre de copas de champán y fue aplastada por ella, cayendo al suelo cubierta de sangre. El frío líquido del vino la empapó por completo, y los vidrios rotos le cortaron la piel, dejándola cubierta de heridas. El dolor agudo la invadió como una marea, desgarrando todos sus nervios. La sangre caliente brotó a borbollones de su frente, su cabeza se volvió cada vez más pesada, y su conciencia empezó a desvanecerse poco a poco. Con esfuerzo, abrió los ojos y vio a Ricardo abrazando a Valeria, con una expresión llena de ternura y preocupación. —Valeria, la empujé para evitar que cayeran las copas, ¿dime, estás herida? Fue entonces cuando Sandra se dio cuenta de que había sido empujada por Ricardo. Una sonrisa amarga apareció en su cara pálida como un fantasma. Pero mientras sonreía, las lágrimas comenzaron a deslizarse por su mejilla. Esas lágrimas frías se convirtieron en su última sensación antes de desmayarse...

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