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Capítulo 1

—Señorita González, hemos cometido un error. El receptor del trasplante de corazón de su novio no es el presidente de Grupo Santos, el señor Santos, sino otra persona… Esa persona está ahora en Costadorada. La voz al otro lado del teléfono estaba llena de disculpas. Flavia González guardó silencio durante mucho tiempo antes de finalmente responder, mientras el otro lado contenía la respiración con evidente nerviosismo. —Ya lo sé. Justo cuando presionó el botón para colgar, la puerta de la habitación se abrió de golpe. Manuel Santos irrumpió con el rostro lleno de urgencia, y al verla, la tomó de la muñeca sin darle tiempo a reaccionar. —¡Ven conmigo! Sin una sola explicación, la arrastró fuera y la metió en el carro a la fuerza. El vehículo avanzaba a toda velocidad, atravesando semáforo tras semáforo en rojo. En sus oídos solo quedaban el rugido del motor y el silbido del viento cortando el aire. Los dedos de Manuel golpeaban repetidamente el volante, produciendo un sonido rítmico y seco que delataba su impaciencia. Flavia quedó aturdida por un momento. Su mente se llenó de recuerdos de su historia con él, desde el momento en que se conocieron hasta ahora. Había hecho de todo para conquistarlo, usando cada truco posible hasta que finalmente, con pura insistencia, logró casarse con él. Sin embargo, ya fuera al tomarse las fotos de boda, al intercambiar los anillos o incluso en su primera noche juntos, Manuel siempre había sido distante, frío, como si nada le importara en lo absoluto. Jamás lo había visto perder el control de esta manera. Si había alguien capaz de sacarlo de su eterna calma, solo podía ser esa persona. Unos minutos después, el carro se detuvo de golpe. Al bajar, Flavia miró a su alrededor y se dio cuenta de que Manuel la había llevado a un hospital. Al preguntar qué sucedía, le explicaron que Valentina Solís, su amiga de la infancia y ese amor que siempre pareció inalcanzable, había sufrido un accidente de tránsito y necesitaba urgentemente una transfusión de sangre. Casualmente, Flavia tenía el mismo tipo sanguíneo que ella. Tan pronto llegó, una enfermera con rostro ansioso la tomó del brazo, lista para llevarla a la sala de extracción de sangre. Pero Flavia de repente se detuvo. Giró la cabeza y clavó la mirada en Manuel. —Manuel Santos, te donaré mi sangre… pero antes, quiero que me respondas una pregunta. Manuel, impaciente y visiblemente frustrado, asumió de inmediato que ella iba a preguntarle por Valentina, —Si quieres saber sobre mi relación con Valen, te lo contaré después. Pero para su sorpresa, Flavia negó con la cabeza. —No es eso lo que quiero saber. A decir verdad, la relación entre Manuel y Valentina le era completamente indiferente. Después de todo, el hombre al que ella amaba nunca había sido él. A lo largo de su vida, solo había amado a una persona. Pero esa persona, para salvarla, murió en un terrible accidente en cadena. Tras su fallecimiento, su corazón fue donado según su última voluntad. Y Flavia, con el único deseo de seguir sintiendo los latidos de su amado, investigó sin descanso hasta encontrar al receptor del trasplante: el presidente de Grupo Santos, Manuel Santos. Desde entonces, se dedicó a perseguirlo con una devoción que rayaba en la obsesión. Todos sabían que estaba perdidamente enamorada de él, hasta el punto de que la gente la llamaba la más grande "lamebotas" del círculo social. Sin embargo, Manuel nunca le prestó la más mínima atención. Fue después, cuando investigó más a fondo, que descubrió la verdad. Él tenía una amiga de la infancia, su amor idealizado, una mujer perfecta a los ojos de todos. Un príncipe y una princesa hechos el uno para el otro. Manuel estaba enamorado de ella. Pero cuando al fin reunió el valor para confesarle sus sentimientos, Valentina simplemente le sonrió y dijo: "Siempre seremos los mejores amigos." Después, ella se marchó al extranjero y tuvo varias relaciones. A pesar de todo, él seguía aferrado a la esperanza de que algún día ella cambiaría de opinión. Rechazó a todas las mujeres que se le acercaron, incluyendo a Flavia, quien lo persiguió con una pasión desenfrenada. Hasta aquel día. El día en que vio en Instagram una foto de Valentina besándose con su nuevo novio. Esa imagen lo llenó de despecho. En un impulso, aceptó la confesión de Flavia y se casó con ella. Ahora, ella lo miraba fijamente y le hizo una única pregunta, —Hace cuatro años, te sometiste a un trasplante de corazón. ¿Cómo se llamaba el donante? Manuel frunció el ceño, sin entender la razón detrás de esa pregunta. Tal vez estaba demasiado preocupado por Valentina como para pensar demasiado en ello, así que terminó respondiendo. —Solo sé que su apellido era Scott. Scott. Un apellido completamente distinto a García, el de Mateo García. Parece que, después de todo, sí había sido un error. —Entiendo. Gracias. —Flavia asintió levemente y no hizo más preguntas. Sin decir nada más, se giró y siguió a la enfermera hacia la sala de extracción de sangre. Pero, por alguna razón, Manuel sintió un extraño vacío en el pecho al verla alejarse. Cuando ella cruzó completamente la puerta, no pudo contenerse y la llamó antes de que desapareciera del todo, —¿Por qué preguntaste eso? Flavia no cambió ni un ápice su expresión. Como si se tratara de la cosa más simple del mundo. —Solo quería confirmar algo. Confirmar que ya no te quiero. La aguja perforó su piel con precisión, y la sangre comenzó a fluir lentamente a través del tubo hacia la bolsa de donación. Mientras la extracción continuaba, con su otra mano sacó el celular y, sin dudarlo, escribió un mensaje para su abogado. [Necesito que me prepares un acuerdo de divorcio. Me quiero divorciar.]
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