Capítulo 4
Su voz no fue fuerte, pero logró que todos los presentes parecieran haber sido puestos en pausa, congelados en su sitio. Justo en ese momento, la puerta detrás de ellos se abrió una vez más.
Manuel salió de detrás de la puerta. Al ver el desastre en la habitación y a Flavia completamente empapada, frunció el ceño al instante, su tono cargado de disgusto, —¡¿Qué están haciendo?!
Nadie esperaba que Manuel se molestara por Flavia. Tras unos segundos de silencio incómodo, alguien soltó una risa forzada y trató de justificar la situación, —Mane, solo estábamos bromeando con Flavia, no te lo tomes tan en serio.
—¿Así es como ustedes bromean? —su tono seguía siendo frío, sin intención alguna de dejar pasar el asunto tan fácilmente. Sin embargo, mientras los demás se incomodaban con su reacción, Flavia estaba aún más sorprendida.
Después de tantos años de frialdad por parte de Manuel, sus amigos siempre se habían sentido en libertad de burlarse y humillarla sin ninguna consecuencia.
Ya se había acostumbrado a las burlas y las humillaciones. Pero ahora… ¿él estaba defendiéndola?
—Solo pensamos que, ya que la persona a la que tanto esperabas ha regresado, lo mejor era que ella dejara su lugar libre para que…
Uno de ellos intentó aligerar el ambiente con un chiste, pero antes de terminar la frase, Manuel lo interrumpió con un grito autoritario.
—¡Cállate!
Sin prestar atención a la perplejidad de los demás, tomó a Flavia de la muñeca e intentó sacarla de ahí. Sin embargo, al girarse, se encontró con Valentina entrando en la habitación.
Al verlo dispuesto a marcharse, ella infló los labios con descontento, —Manu, el juego aún no ha terminado. Apenas acabo de volver al país y estaba divirtiéndome. ¿Por qué te vas tan rápido?
Sus palabras fueron suficientes para hacer dudar a Manuel. El hombre que un momento antes estaba decidido a sacar a Flavia de ahí, ahora la miraba con vacilación, —Flavi, ¿puedes aguantar un poco más?
Flavia bajó la mirada, observándose a sí misma. De repente, sonrió.
Su ropa estaba completamente empapada, su frente cubierta de sangre. Cualquiera con solo verla sabría que estaba en un estado lamentable. Y, aun así, él le preguntaba si podía aguantar.
En este punto, Flavia ya no tenía fuerzas para seguir discutiendo con él.
—Diviértanse.
Esas simples palabras hicieron que Manuel soltara un suspiro de alivio, como si hubiera recibido un indulto. Los demás aprovecharon la tregua y rápidamente los rodearon, sentándose juntos en el sofá para continuar con el juego.
Reanudaron la partida de Verdad o reto. En la primera ronda, Manuel perdió.
—Mane, ¿a qué edad sentiste tu primer flechazo?
Al escuchar la pregunta, algunos intercambiaron miradas entre él y Valentina. Y como si no fuera sorpresa para nadie, Manuel respondió con total naturalidad.
—Quince.
Flavia, al oír ese número, no pudo evitar recordar un dato que había leído en algún informe: Valentina se había mudado a la casa de al lado de los Santos cuando él tenía precisamente quince años.
Parecía que la suerte no estaba de su lado esa noche. Manuel volvió a perder en las siguientes rondas y las preguntas comenzaron a subir de tono.
—Mane, ¿a qué edad tuviste tu primer sueño húmedo?
—Diecisiete.
—Y entonces, ¿con quién soñabas, eh?
El ambiente se llenó de risas y burlas, todos esperando la respuesta con ansias. Pero esta vez, Manuel se quedó en silencio.
Justo cuando estaba a punto de rendirse y aceptar la penitencia de beber, alguien le detuvo la mano, —¡Vamos, Mane! Si no quieres decir el nombre, con solo dar una inicial nos basta.
Flavia observó cómo Manuel, tras unos segundos de duda, finalmente soltaba el vaso y pronunciaba en voz baja una única letra.
—VS.
¡VS!
Valentina Solís.
El significado detrás de esa letra era demasiado obvio, y no solo Flavia lo entendió, sino todos los presentes. La euforia se disparó y los gritos de celebración llenaron la sala, mientras el rostro de Valentina se encendía en un tono rojo evidente.
Entre la algarabía, Valentina levantó la cabeza y, con una sonrisa cargada de satisfacción, dirigió su mirada hacia Flavia, que seguía sentada a un lado.
—Flavi, ¿no te aburres ahí sola? ¡Ven, juega con nosotros!
—¡No podría rechazar una invitación tan entusiasta! —Flavia aceptó sin dudarlo y se unió al grupo, que no tardó en animarse nuevamente para continuar con el juego.
La suerte cambió de manos y, esta vez, la perdedora fue Flavia.
Con indiferencia, tomó una carta de la pila y la volteó para leer la pequeña frase escrita en ella.
"¿La persona que más amas está presente en este lugar?"
—¡Bah, eso es demasiado fácil!
—¡Exacto! Si todo el mundo sabe que Flavia está loca por nuestro Mane.
Las voces de protesta no tardaron en llenar la habitación, convencidos de que la respuesta era obvia.
Sin embargo, en medio de todas esas miradas expectantes, Flavia levantó la cabeza y, con calma, negó suavemente, —No está aquí.