Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 7

Colocó un énfasis especial en la palabra "de verdad", su mirada profunda hizo que el corazón de Valentina diera un brinco inexplicable, aunque pronto recuperó la compostura y le sonrió. —¿Y qué si lo sé? Claro que sé que Manuel está enamorado de mí, pero no pienso aceptarlo. Me gusta verlo suspirar por mí, sufrir porque no puede tenerme. ¿No es divertido? Un hombre como él, el hijo predilecto del destino, girando a mi alrededor como un perro faldero. ¿Dime, quién más podría lograr algo así? Se encogió de hombros con fingida indiferencia y continuó, —Pero también sé que todo lo bueno se acaba. Así que ya me aburrí del juego. He decidido aceptarlo. A ver, adivina, si le digo que estoy dispuesta a estar con él, ¿crees que no te dejaría en el acto? Seguro se desharía de ti como si fueras basura. —Oh. Las palabras, llenas de provocación, llegaron a los oídos de Flavia, pero no despertaron en ella la más mínima reacción. Se limitó a soltar un simple "oh" y, sin más, intentó pasar de largo, ignorándola por completo. La indiferencia total hizo que Valentina se sintiera humillada, la rabia le nubló la razón. Con brusquedad, intentó sujetarla del brazo, pero Flavia fue más rápida y esquivó el agarre con facilidad. En su frustración, Valentina terminó arrancándole la cadena que llevaba al cuello. Frunció el ceño al verla en su mano y, con gesto de desdén, la arrojó al aire. —¿Qué porquería es esta? Todo roto y viejo, no vale nada. Se escuchó un chisporroteo. Flavia giró la cabeza justo a tiempo para ver la cadena caer dentro del brasero donde asaban carne. Sus pupilas se contrajeron y su rostro palideció al instante. Su mente se quedó en blanco. Sin pensarlo ni un segundo, se lanzó hacia el fuego. Sin importar el calor de las brasas ardiendo, metió la mano de golpe en el fuego. —¡Señora! Las empleadas gritaron alarmadas y corrieron para detenerla, pero ya era demasiado tarde. Incluso Valentina perdió el control por un instante y le gritó aterrada. —¡¿Estás loca?! ¡Solo es una maldita cadena! El caos se apoderó del lugar mientras Flavia, con gran esfuerzo, logró sacar la cadena del fuego. Sin embargo, el dije ya había perdido su forma original debido al calor abrasador. Lo que antes brillaba con intensidad, ahora estaba cubierto de una capa de hollín negro, irreconocible. Lágrimas gruesas rodaron por su rostro, pero ella no tenía cabeza para secarlas. Su corazón estaba lleno de pesar y culpa. Era el regalo que Mateo García le había dado en su cumpleaños número dieciocho, su obsequio de mayoría de edad. Y ahora… estaba completamente arruinado. Con sumo cuidado, guardó la cadena dañada y, con una mirada oscura y gélida, caminó hacia Valentina. Antes de que esta pudiera reaccionar, Flavia levantó la mano y le estampó una bofetada con toda su fuerza. ¡Paf! El sonido resonó con contundencia en el aire. Valentina, atónita, la miró con incredulidad, pero Flavia aún no había terminado. Sin dudarlo, volvió a levantar la mano y le propinó otra bofetada, rápida y certera. Las dos cachetadas dejaron a Valentina mareada, con la cara ardiendo de dolor. Apenas si tuvo tiempo de reaccionar antes de que una tercera bofetada la golpeara de lleno. Furiosa y humillada, Valentina abrió la boca para gritar, pero Flavia ya estaba levantando la mano otra vez.Justo en ese instante, Manuel apareció y, con el ceño fruncido y los ojos llenos de furia, la empujó bruscamente. —¡¿Estás loca?! Su voz resonó con rabia y confusión, su corazón palpitaba con fuerza. Sin perder tiempo, se volvió hacia Valentina para asegurarse de que estaba bien. Pero no se dio cuenta de que, detrás de él, Flavia había perdido el equilibrio debido a su empujón y, sin poder sostenerse, cayó de espaldas directo al agua del estanque. —¡Ayuda… ayúdenme! El estanque era profundo. Flavia no sabía nadar y, atrapada por el pánico, comenzó a patalear desesperada, tragando varias bocanadas de agua. Su garganta y su nariz ardían por la sensación sofocante del líquido entrando en sus pulmones. Los gritos alarmados de los empleados se mezclaron con el chapoteo del agua, —¡Señor… señor! —exclamó uno de los sirvientes, nervioso, —¡La señora… no sabe nadar! Al escuchar esas palabras, el rostro de Manuel se tensó. Por un momento, su expresión mostró un destello de duda, pero al final, apretó los dientes y endureció el semblante. Sin siquiera voltear a verla, pronunció con frialdad, —¡Nadie la ayude! Cuando admita su error, podrá salir. Tras decir esas palabras, Manuel tomó a Valentina con sumo cuidado en sus brazos y se marchó sin mirar atrás. Nadie se movió para ayudar. Flavia se hundió varias veces, luchando desesperadamente por mantenerse a flote, pero cada vez que su conciencia comenzaba a nublarse, un pensamiento la sacudía de golpe. Mateo. No. Aún no había conocido a la persona que recibió el corazón de Mateo. No podía morir aquí. Apretando los dientes, con las últimas fuerzas que le quedaban, se aferró a la orilla y, con un esfuerzo titánico, logró salir del agua. Sin embargo, en el instante en que se puso a salvo, su cuerpo ya no pudo más. Completamente agotada, sus párpados se cerraron y se desplomó en la fría superficie. La oscuridad la envolvió por completo.

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.