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Capítulo 11

—Aquí tienes. Tómatela toda —me pidió colocando un tazón de sopa frente a mí. No supe si fue por mi embarazo o por el hecho de que no podía cocinar nada y solo comía alimentos que pedía por delivery, pero no perdí más tiempo y tomé toda la sopa como si mi vida dependiera de ello. Lucas me miró como un padre orgulloso con una sonrisa en el rostro. Mientras me observaba comer, no pude evitar preguntarle: —¿Tratas a todas las chicas así? Él soltó una risita, ofendido, y negó con la cabeza. —Ni a mis propias hijas las trato así, por lo que apreciaría que me contaras lo que está sucediendo. Luego de una pausa, agregó: —Paz, sé que no aceptarías un cheque de un millón de dólares incluso si te lo diera, pero te pido que por favor dejes de hacer lo que estás haciendo porque mírate, niña. Te encontraré otro trabajo y cuidaré de ti como si fueras mi propia hija. Casi se me cayó la cuchara y dejé de comer por un segundo. «Mal» sería solo un eufemismo para poder describir lo mal que me sentí por mis acciones. Él estaba consciente de que era huérfana, así que probablemente me prestaba más atención a mí que a las demás justo por eso, lo cual no sonaba tan extraño. Quizá pensó que me sentía exhausta, aunque en realidad lo que me sucedía era mucho peor que eso. No quería que nadie cuidara de mí. Siempre había estado sola e, incluso si a veces sentía celos cada vez que veía a otros con sus familias, me sentía completamente bien estando sola. —Te aprecio y te respeto mucho, pero no necesito tu ayuda —le dije, al borde de las lágrimas. A veces sonaba tentador aceptar su oferta y dejar que me diera un cheque. Pero yo no era ese tipo de persona y no quería serlo. Siempre me había mantenido lejos de los negocios Escobar, puesto que, de alguna manera u otra, no quería involucrarme con ellos. Incluso si era solo un cheque, podría implicar algún tipo de involucramiento. —Paz... —llamó mi nombre, casi suplicante, con una mirada culpable en el rostro. —Paz, lamento mucho todo lo que tienes que pasar —me dijo. «No conoces ni la mitad de todo», pensé en cuanto lo escuchaba. Sentí que mis ojos empezaron a humedecerse y sabía que iba a quebrarme y llorar en cualquier momento. No era extraño para mí hacerlo y no sentía vergüenza por admitir que, de hecho, lloraba al menos cuatro veces por semana, sea por una película o por un golpe en el dedo. Sin embargo, el embarazo solo empeoraba las cosas. —Paz, ¿hay alguna otra razón por la que estés tan cansada? Por favor, puedes contarme lo que quieras —volvió a insistir. Esta vez, no obstante, no pude aguantar más las lágrimas y comencé a llorar. Él había sido la única persona en descubrir cuán exhausta me encontraba emocionalmente e hizo algo por mí. Quería contarle la verdad porque se lo merecía, pero no había razón para hacerlo, dado que el problema en cuestión sería resuelto en cualquier momento a partir de ahora. Cuando él vio mis lágrimas cayendo por mi rostro, se puso en pie de inmediato desde la silla y caminó hacia mí para envolverme en sus brazos. Me sentí cálida y segura ahí, como si nada malo pudiera pasarme, aunque ya me había pasado. En momentos como este, me preguntaba repentinamente sobre mis padres y cuán más fácil habría sido mi vida si tan solo no me hubieran abandonado y hubiera sido mi padre el que me estuviera consolando como Lucas lo hacía. —Está bien. Llora todo lo que quieras. Parece que has estado esperando hacer eso por mucho tiempo —me consoló él y fue todo lo que necesité escuchar para dejar salir todo mi dolor. Lloré porque estaba molesta, lloré porque me sentía culpable y lloré porque no tenía idea de qué hacer. Me sentía estancada porque, sin importar lo que hiciera, habría consecuencias con las que no sabría cómo lidiar. Si me quedaba con el bebé, me quedaría sin trabajo porque no habría forma de que pudiera seguir bailando. Y, si me hacía el ab*rto, también estaría desempleada porque, aparte de los daños a mi cuerpo, alguien como yo probablemente tardaría en recuperarse del daño mental y todos mis arrepentimientos. Todo eso sucedió debido a un acto que pude haber prevenido fácilmente. Muchos decían que tener un bebé era una bendición, pero yo no sentía que lo fuera. Quería pensar que era una bendición. Quería convertirme en madre y cuidar de mi bebé, quería tener una perfecta familia pequeña con la que siempre había soñado cuando era joven. Y quería decírselo a Cristian. Si tuviera la oportunidad de lograr que todo saliera bien, lo haría.

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