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Capítulo 8

Viviana forcejeó con brusquedad: —¡Aléjate! Pero aquel hombre era muy fuerte y estaba a punto de lograr su cometido cuando, de pronto, las luces del salón se apagaron de nuevo. Justo entonces se oyó un golpe sordo: alguien le había dado una patada con fuerza, lanzándolo al suelo. Luego, alguien lo arrastró rápidamente fuera del lugar. El corazón de Viviana dio un vuelco. Reconoció de inmediato al hombre que había intervenido: era el guardaespaldas personal de Gustavo. Instintivamente, dirigió la mirada hacia donde estaba Gustavo. En la oscuridad no pudo distinguir su expresión, apenas alcanzó a ver que seguía abrazando a Olivia. Cuando las luces volvieron a encenderse, él se mantenía serena, como si nada hubiera pasado. El pecho de Viviana se agitó, seguido por una oleada de profunda ironía. "¿Qué significaba eso?" "¿Está protegiendo a Olivia y, al mismo tiempo, ayudándome a mí?" "¿No le parecía ridículo?" Pero no tuvo tiempo de profundizar en sus pensamientos, pues enseguida comenzó oficialmente la subasta. La primera pieza presentada era, precisamente, aquel gran lote de disque "regalos" que Viviana había donado y que originalmente pertenecían a Gustavo. El precio de salida fue marcado directamente en catorce millones de dólares. Hubo una exclamación general en el salón. La mirada de Gustavo se tornó afilada. Entrecerró los ojos en dirección a Viviana. Sin duda, había reconocido el origen de esos objetos. Cualquiera que lo conociera bien sabría que esa expresión era la antesala de su furia. Viviana, sin embargo, lo enfrentó con calma e incluso dejó escapar una ligera sonrisa cargada de sarcasmo. Las ofertas comenzaron a fluir sin parar. Olivia tomó del brazo a Gustavo y susurró: —Gustavo, ese diamante azul es precioso... Me encanta... Gustavo guardó silencio por unos segundos, pero al final a regañadientes levantó su paleta de puja. Finalmente, ese lote de objetos fue adjudicado por la escandalosa suma de catorce millones de dólares. Gustavo lo compró, y efusivo se lo obsequió a Olivia, que sonreía feliz a su lado. Viviana sintió una punzada irónica. En cierto modo, pensó, eso también era una forma alternativa de que las cosas regresaran a su dueño original. Durante el intermedio, se levantó para ir al baño a retocarse el maquillaje. Apenas salió del baño, lo vio: Gustavo estaba recostado contra la pared del pasillo, fumando. El humo difuso suavizaba sus rasgos sombríos, pero no lograba ocultar la mirada intensa que le dirigía. Viviana mantuvo la vista al frente, decidida a pasar de largo, pero él le sujetó la muñeca de un tirón. —¿Por qué subastaste esas cosas? Viviana no respondió. En cambio, alzó la vista y le devolvió la pregunta con tono sarcástico: —¿Y tú por qué saliste a defenderme hace un momento? Gustavo frunció levemente el entrecejo, a punto de decir algo. Pero Viviana se le adelantó, con una voz cargada de ironía: —¿Vas a decir que fue porque soy amiga de Cecilia? ¿Que ella te pidió que me cuidaras? Se acercó un paso más, levantando el rostro para mirarlo a la cara. Sus labios rojos se curvaron en una sonrisa sarcástica: —¿También puede pedirte que te encargues de mi vida amorosa, señor Gustavo? Gustavo se frotó el entrecejo, como si estuviera algo cansado, y al final sólo dijo: —Viviana, siempre eres como un erizo, llena de púas por todos lados. ¿Y eso qué te ha traído de bueno? "¿Algo bueno?" Nada bueno, claro está. Pero si no fuera como un erizo, ya habría sido devorada hasta los huesos por esa familia y por su querida Olivia. Estaba por replicar, pero Gustavo continuó: —Tu último hombre fui yo. El próximo no puede ser peor. Ese tipo de hace un rato no está a tu altura. Si lo que te falta es un hombre, puedo presentarte algunos. Viviana se quedó pasmada por unos segundos. Luego, como si hubiera escuchado la broma más absurda del mundo, soltó una carcajada que le sacó lágrimas de los ojos. "¿Quién se creía que era?" "¿Después de haberme clavado la puñalada más cruel en el corazón, ahora venía a opinar sobre mis estándares para elegir pareja?" "¿Lo hace por posesividad o simplemente porque cree que lo hago quedar mal como presidente del Grupo Altamira?" —Gustavo. —Detuvo su risa, y su mirada se tornó sombría y desgarradora. —Lo mío no tiene nada que ver contigo. No tienes por qué meterte. —En cuanto a los hombres... —Su tono era burlón, con una dosis de autodesprecio. —Puedo tener todos los que quiera. El mundo es muy grande, y tú ya no podrás controlarme. Gustavo captó de inmediato una frase clave, y su voz se tornó grave: —¿Qué quieres decir con eso de que el mundo es muy grande? ¿A dónde piensas ir? Viviana no respondió. Se soltó con fuerza de su agarre en la muñeca y se dio la vuelta para marcharse. Al regresar a su asiento, sólo quería salir cuanto antes de ese lugar lleno de problemas. Sin embargo, cuando subieron la siguiente pieza a subasta, ¡la mirada de Viviana se congeló en un santiamén! Era un collar de zafiros, de diseño clásico y elegante. ¡Era la reliquia más preciada que su madre había atesorado en vida! Volteó bruscamente hacia Olivia y se encontró con su mirada llena de satisfacción. De pronto lo entendió todo: sin duda había sido su padre, Bernardo, quien le entregó en secreto las pertenencias de su madre a Olivia. ¡Y Olivia... se atrevió a subastarlas en público! Viviana no tuvo más opción que volver a sentarse, obligándose a mantener la calma para poder participar en la subasta. No podía permitir que las reliquias de su madre cayeran en manos ajenas. Tras varias rondas de pujas intensas, Viviana logró adjudicarse el collar, aunque a casi el triple del precio de mercado. Suspiró aliviada y se disponía a subir al escenario para recogerlo, cuando Olivia se levantó de repente. —Un momento. —dijo Olivia con una voz suave, aunque cargada de una malicia inconfundible. —Señor presentador, lo siento, me equivoqué de pieza para subastar. Este collar no quiero venderlo. Es parte de mi colección personal, y lo traje por error. Al terminar de hablar, sostuvo el collar en la mano y le dirigió a Viviana una sonrisa de vencedora antes de girarse y salir del lugar. Viviana la siguió apresurada y la interceptó fuera del salón. —¡Olivia! ¡Devuélveme el collar! ¡Pídeme lo que quieras, y te pagaré lo que sea! —suplicó Viviana con urgencia. Olivia jugueteaba con el collar entre los dedos, su risa teñida de crueldad: —No necesito dinero. Se dirigió hacia un lago artificial cercano. Observó atenta el agua turbia por unos segundos, luego volteó la cabeza hacia Viviana y dijo: —¿No eras tú la más vanidosa, la más bella, la más orgullosa? Si lo quieres, ve y búscalo tú misma. Y sin más, alzó el brazo y lanzó el collar al lago con total desprecio. Casi sin pensarlo, en medio de los gritos de asombro y las miradas atónitas de los presentes, ¡Viviana se lanzó de un salto al agua helada! No le importó nada. Se sumergió en el agua turbia, buscando a tientas entre el lodo. Su vestido caro se manchó por completo, y su maquillaje meticulosamente aplicado se deshizo en segundos. Gustavo, que acababa de terminar de fumar y salía del salón, fue testigo de toda la escena.

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