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Capítulo 5 Ella quiere que Silvia se vaya al infierno

En cierto momento, él, jadeando con fuerza, dijo: —Cariño, te amo. No soportaré que otro hombre vuelva a tocarte. No me hagas enojar, ¿sí? Rubén siempre había sido muy bueno diciendo palabras dulces. Era atento y cariñoso con ella. Nora, en aquel entonces, era ingenua y llegó a pensar que haberlo conocido había sido pura suerte. Hasta que, más tarde, todas esas dulces palabras se convirtieron en flechas venenosas que se clavaron en su propio corazón. Podía soportar que la engañaran en el amor, pero no podía soportar que humillaran a su madre en plena calle, ni que su padre, tras matar a alguien, fuera condenado a muerte. Todo esto, la había dejado atrapada para siempre en un abismo de remordimiento. Rubén vio cómo grandes lágrimas rodaban por sus mejillas y, conteniendo la punzada en el pecho, le limpió las lágrimas con la yema de los dedos. Pensó que por fin se había conmovido. Con cuidado, la consoló. —Te lo prometo, a partir de ahora no volveré a permitir que sufras ni un poquito. Me duele el corazón verte así. Todo volverá a ser como antes, ¿sí? Con los ojos empañados por las lágrimas, Nora asintió suavemente. Insistió en regresar a su dormitorio para pasar la noche. Rubén guardó su nuevo número de teléfono antes de que, con pesar, la dejara bajar del auto. Nora bajó rápidamente y se alejó. Mientras caminaba, se secó las lágrimas y marcó un número. —Señorita Silvia, hola. Creo que debería decirle la verdad. Esta noche me encontré por casualidad con su prometido... —Él me dijo que esta vez ha vuelto con la intención de cancelar su compromiso. Espero que esté preparada. Al colgar, Nora respiró hondo y volvió la vista atrás. El Ferrari azul seguía allí, inmóvil. Un segundo después, las luces delanteras se encendieron de golpe, envolviéndola de pies a cabeza en ese haz de luz intensa. En la pantalla del teléfono apareció un mensaje: [Avísame cuando llegues]. El corazón de Nora dio un brinco. Giró rápidamente, bajó la cabeza y aceleró el paso. De paso, bloqueó y metió ese número en la lista negra. Dando un rodeo por la parte trasera de la escuela, Nora regresó a su apartamento alquilado. —Mamá, ¿han vuelto a molestarte últimamente? Alicia Romero respondió al teléfono: —No han vuelto a hacer escándalos, pero todos los días hay alguien de guardia frente a la tienda. Supongo que temen que me escape. Nora dijo: —Mañana te transferiré los cincuenta mil dólares que tengo. Dale un poco a cada familia y diles que el próximo pago llegará puntual, a esta misma hora del mes que viene. —Nora, dime la verdad, ¿de dónde ha salido todo ese dinero? Nora abrió la puerta del apartamento alquilado y entró. —Ya te lo dije, mamá. Este mes vendí una villa. Ahora las casas se venden bien. Si me esfuerzo un poco, quizá pueda vender otra el próximo mes. Mamá, no te preocupes por el dinero. Pronto podremos pagar todas esas deudas. —Nora... —Mamá, no hablemos de eso ahora. Voy a quedarme un rato más revisando información sobre propiedades. Nora colgó apresuradamente el teléfono. Pilar, que estaba fumando en el balcón, giró la cabeza al escuchar la conversación. —Con lo frío que está el mercado inmobiliario ahora, hablar de vender casas es como hablar de vender autos. ¿Y? ¿Cómo te fue esta noche? ¿Se resolvió el asunto? Nora le contó brevemente a Pilar lo ocurrido aquella noche y, al final, preguntó: —¿Crees que si vuelvo a buscarlo aún tenga alguna oportunidad? Pilar reflexionó un momento. —Parece que le gustas. Si Rubén no hubiera aparecido a mitad de camino, esta noche ya lo habrías conseguido. —Quiero intentarlo otra vez —dijo Nora. Pilar dio una profunda calada al cigarrillo y exhaló lentamente el humo. —La verdad es que, con tu cara y tu cuerpo, no es difícil encontrar a alguien dispuesto a pagar trescientos mil dólares por mantenerte. ¿Por qué empeñarte en escoger al más difícil? Se rumorea que Martín, en la cama, llegó a matar a una mujer. ¿Estás segura de que quieres seducir a ese hombre? Nora llevaba apenas poco más de un mes metida en ese círculo bajo la guía de Pilar. Con su belleza y figura, ganar trescientos mil dólares no era difícil. Pero su objetivo iba mucho más allá del dinero. Su madre había sido humillada. Su padre estaba muerto. Lo que Silvia le debía no se pagaba con dos Cachetadas. Solo mandando a Silvia al infierno podría tragarse esa rabia. En su mente aparecieron las escenas de aquella sala privada. Ya había visto la crueldad de Martín. Acercarse más a él era como meterse en la boca del lobo. Pero, aparte de ese hombre, en todo Miraflores no tenía a nadie más en quien pudiera confiar. Pilar arrugó la frente. —Hoy lo engañaste y, aun así, te dejó ir. Seguro fue por consideración a Rubén. La próxima vez, ni siquiera tendrás la oportunidad de verlo. ¿Cómo piensas intentarlo de nuevo? Nora metió la mano en el bolsillo del pantalón y la sacó lentamente. En el centro de su palma descansaba un gemelo de hombre de Hermès, que había desprendido por accidente de la manga de Martín justo antes que se fuera.

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