Capítulo 7
A la hora de la cena, los sirvientes anunciaron que Ricardo y Elena habían reservado un privado en un hotel para que cenaran fuera.
Laura intentó buscar alguna excusa para no ir, pero María la arrastró a la fuerza hasta el auto.
Durante todo el trayecto, no importaba lo que María dijera, Víctor siempre respondía de inmediato.
—Víctor, cuando nos casemos, ¿por qué no vamos de luna de miel a Europa? Quiero ver la aurora boreal y asistir a desfiles de moda. Tienes que sacarme muchas fotos y poner mis selfies en todos tus dispositivos.
—De acuerdo, buscaré un fotógrafo que me enseñe a tomar mejores fotos, así podré captar tus momentos más hermosos y colgaré tus fotos en mi oficina y en el estudio. Así, cada vez que te extrañe, solo tendré que levantar la vista para verte.
—Tienes que cumplirlo. Cuando tengamos hijos, podremos mirar juntos los álbumes y recordar esos momentos. ¿Cuántos hijos te gustaría tener? Si es niño, que se parezca a ti, alto y guapo; si es niña, mejor que salga como yo...
Ambos seguían conversando animadamente, como si Laura no existiera.
Ella se limitó a mirar fijamente el paisaje por la ventanilla, sin pronunciar palabra.
El día que Víctor fue operado para recuperar la vista, Laura, aturdida por el sueño, tuvo un sueño.
En él, al despertar, Víctor la veía a ella como la primera persona y ya no miraba a nadie más.
Siempre la acompañaba, le preparaba sorpresas, la sacaba a citas y le mostraba lo maravilloso que podía ser el mundo.
Se arrodillaba para pedirle matrimonio, la llevaba de la mano hasta el altar y posaba con ella y su hijo para las fotos familiares.
En aquel sueño, por fin obtenía el amor de alguien de verdad, por fin tenía un hogar propio.
Pero, al despertar, todo se desvaneció como una burbuja.
Por mucho que luchó y resistió, solo consiguió una muerte trágica.
Estaba sumida en sus pensamientos cuando el sonido brusco de los frenos la devolvió a la realidad.
Al levantar la vista, vio cómo un deportivo, aparentemente fuera de control, se lanzaba directamente contra ellos.
Un estruendo sacudió el auto y chocó contra la barandilla.
Laura sintió cómo su cuerpo era arrojado de un lado a otro; la frente, los brazos y las piernas le sangraban por todos lados.
El dolor la envolvió por completo, hasta el punto de no poder respirar.
A duras penas, abrió los ojos ya empapados en sangre, y vio cómo Víctor sacaba del auto a una temblorosa María en brazos.
Las puertas laterales estaban deformadas, el maletero ya había empezado a arder.
Laura, esforzándose por mantenerse consciente, arrastró su cuerpo herido hacia el asiento del copiloto.
Con cada movimiento, la sangre empapaba el asiento, dejando un rastro rojo.
Consiguió salir del auto y arrastrarse unos pasos, cuando una explosión retumbó a sus espaldas.
El resplandor del fuego iluminó el cielo, y la onda la lanzó al suelo.
Mirando el auto en llamas, Laura sintió que la sangre se le helaba en las venas.
No quería pensar qué habría pasado si hubiese dudado un poco más; probablemente habría muerto allí mismo, otra vez.
Desde el accidente hasta que se salvó, pasaron cinco minutos y Víctor no la miró ni una sola vez.
Aunque María ya estaba a salvo, ni siquiera se planteó regresar a ayudarla.
Viendo a Víctor abrazar con ternura a María, Laura esbozó una sonrisa amarga.
Todo su cuerpo quedó sin fuerzas; los párpados comenzaron a cerrarse.
Entre el vaivén de la conciencia, escuchó las voces ansiosas de los paramédicos.
—La señorita Laura está mucho más grave, ha perdido demasiada sangre y ha caído inconsciente. Señor Víctor, recomendamos llevarla primero al quirófano, si no, su vida corre peligro.
—No me importa lo que le pase a Laura, solo quiero que María esté bien. Ella también está herida, ¡atiéndanla primero!
Al escuchar esa voz tan familiar, Laura abrió levemente los ojos y vio el rostro preocupado de Víctor.
Ricardo y Elena llegaron enseguida, rodeando a María y secándose las lágrimas.
—¡Salven a María primero! Nos ha costado tanto criarla, si le pasa algo, tampoco podremos seguir viviendo.
—Somos su familia, y si le ocurre algo a Laura, no le buscaremos problemas al hospital. ¡No se preocupen por ella, María es la prioridad!
Al oír que todos elegían a María, el último resquicio de esperanza y afecto en el corazón de Laura se desvaneció por completo.
Una oscuridad infinita la envolvió y sintió cómo volvía a hundirse en el abismo.
Aquella impotencia y terror de la muerte, la misma que sintió en su vida pasada, volvieron a apoderarse de ella.