Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 9

En el último día, Elena arrancó la última hoja del calendario. De repente, sonó el celular que había dejado a un lado. Después de encenderlo, vio una foto que Teresa le había enviado hacía unos minutos. En la foto aparecía el reloj de bolsillo que le había regalado su abuela, ya fallecida. —Señora Elena, hace unos días vi aquel reloj en la casa de los Jiménez y me pareció bonito, así que lo tomé sin más. Ahora me he aburrido de él. Ven a recogerlo tú misma. La furia se apoderó de Elena al instante. Echó un vistazo a la dirección que estaba al final del mensaje y salió apresurada. El auto se detuvo al lado del puente central. Teresa estaba de pie junto al río, levantando bien alto el reloj, con una expresión entre sonrisa y burla en su rostro. —Elena, la verdad te llamé hoy solo para comprobar algo: quiero saber a quién quiere más Tomás, si a ti o a mí. Al oír estas palabras, Elena tuvo un mal presentimiento. Pero al ver el reloj balanceándose en el aire, no tuvo tiempo alguno de pensar demasiado ni ganas de enredarse con Teresa. Se acercó con agilidad y alargó su mano para poder arrebatarle el reloj. Su actitud indiferente molestó de gran manera a Teresa. ¡Detestaba ver esa expresión arrogante de Elena, como si nada le importara! ¿No era acaso por Tomás que Elena tenía todo lo que tenía ahora? ¡¿De qué se sentía tan orgullosa?! La envidia y la desilusión se apoderaron de Teresa, quien arrojó el reloj al río. Ese gesto enfureció a Elena. Al ver la expresión desafiante en su rostro, ya no pudo contenerse por más tiempo y le dio una bofetada. —¡Teresa! Teresa se cubrió la cara, a punto de decir algo, pero al ver con el rabillo del ojo el auto deportivo se acercaba a toda velocidad, empujó a Elena al río sin pensarlo demasiado. Justo en el momento en que Tomás bajaba del auto, Teresa lo siguió y también saltó al agua. El agua fría y turbulenta del río arrastró a Elena hacia el fondo sin cesar. Buscó en su memoria el lugar donde había caído el reloj, y al fin logró encontrarlo bajo el agua. Antes de quedarse sin oxígeno, intentó nadar hacia la superficie con todas sus fuerzas, pero Teresa la sujetó mientras luchaba. Elena no tenía fuerzas, y su mente empezaba a nublarse, la conciencia se desvanecía poco a poco. Justo cuando ambas estaban a punto de hundirse en el fondo, se escuchó un fuerte chapoteo. ¡Tomás había saltado! Antes de que su conciencia desapareciera por completo, Elena abrió los ojos con dificultad. Vio cómo él nadaba sin dudar en dirección a Teresa. Quedó perpleja viendo como la rescataba, sacándola del agua y llevándola hasta la orilla. Y luego lo vio abrazar a una Teresa ya inconsciente, con una expresión ansiosa, repitiendo angustiado su nombre una y otra vez. Desde el principio hasta el final, no le dirigió ni una sola mirada. A través del velo de la confusión, las lágrimas cayeron una tras por las mejillas de Elena, y con su último aliento de fuerza, nadó con algo esfuerzo hacia la superficie. La luz del sol de la tarde caía sobre su cuerpo empapado. Salió del agua, respirando con dificultad el aire fresco, y luego se puso de pie. Al ver al hombre que estaba realizando respiración boca a boca a Teresa junto al puente, Elena apretó con rabia el reloj de bolsillo en su mano y caminó con debilidad paso a paso hacia el borde de la carretera. Justo cuando estaban a punto de cruzarse, Tomás, por fin consciente de su presencia, la llamó: —Eli, tú sabes nadar, por eso salvé primero a Teresa. ¿Estás bien? Elena se detuvo por unos segundos. —Estoy bien. Al ver que Teresa comenzaba a abrir los ojos poco a poco, Tomás suspiró aliviado y fue hacia Elena, sujetándole la mano: —Eli, te llevo a casa... Antes de que pudiera terminar la frase, una voz angustiada y entre sollozos sonó a su espalda. —Tomás, me duele mucho la cabeza... Tomás vaciló, y en ese momento de duda, Elena habló con voz firme: —Cuídala. No te preocupes por mí. Tomás respondió apresurado: —Entonces, cuando la lleve al hospital, volveré a tu lado. Desde el ángulo que él no podía ver, Elena lo negó, con los ojos enrojecidos. Lo que quería decir era que, a partir de ahora, ya no necesitaba que él se preocupara por ella. Después de todo, desde hoy, dejaban de ser marido y mujer; no habría más vínculos que se cruzaran entre ellos. Los cinco años de tormento mutuo entre Tomás y ella llegaban por fin a su final. Ella, había renunciado. Tal como él deseaba, ella se iría a los brazos de otro. Tropezando, avanzó paso a paso hasta el borde del camino y abrió la puerta del auto. No sabía por qué, pero al ver su figura alejándose, Tomás sintió de pronto una angustia inexplicable. —¡Eli! La llamó preocupado, pero ella no respondió. Sólo pudo observar cómo el auto desaparecía de su vista. Cuando llegó a casa, el mayordomo, que ya había sido informado con anticipación, la recibió con una infusión caliente y le entregó un juego completo de joyas de diamantes. —Señora Elena, esto fue lo que el señor Tomás me pidió que le preparara. Dijo que esta noche volvería para cenar con usted. ¿Cenar juntos? ¿Después de haberse divorciado? Ella lo negó, se levantó y subió a cambiarse de ropa, mientras organizaba su equipaje por última vez. Al bajar con una montaña de maletas, ignoró la mirada asombrada del mayordomo y, con la voz firme, dijo: —Cuando Tomás vuelva, dígale que mire bien ese documento que firmamos hace un mes. —Dígale que, en mi vida, ha perdido todo su significado. Al terminar, salió sin devolver la mirada hacia atrás, se quitó el anillo del dedo y lo arrojó al cubo de basura que estaba junto a la entrada, luego subió al auto con su equipaje. El auto deportivo color púrpura oscuro rugió en dirección sur, perdiéndose en la oscuridad de la noche.

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.