Webfic
Abra la aplicación Webfix para leer más contenido increíbles

Capítulo 17 Un golpe demoledor

Al ver la aeronave de exhibición surcando el cielo azul, Diego se sintió un tanto aturdido. ¿De verdad era... Julia quien pilotaba ese avión? Incluso la aeronave realizó en el aire varias maniobras que hasta un profano como Diego sabía que eran sumamente difíciles. Abajo, la multitud no paraba de lanzar exclamaciones de asombro. —¿Qué pasa, te quedaste embobado? —se burló Sara—. Eres realmente ridículo al pensar que Juli estaba celosa de Andrea solo porque ella sabe volar. ¡La has subestimado demasiado! La cara de Diego se sonrojó inevitablemente. Esas palabras fueron como una bofetada brutal en la cara, dejándolo en una situación tremendamente incómoda. Al cabo de un rato, el avión de Julia descendió lentamente. Esa figura erguida bajó de la aeronave. Diego se acercó. —Tú realmente... Sabes volar. —¿Y qué si sé? ¿Qué tiene de extraordinario volar un avión? —replicó Julia con indiferencia. Diego sintió que hasta las orejas le ardían. Antes de verla pilotar, había pensado que Julia solo decía eso por envidia hacia Andrea, creyéndola insensata e imprudente. Pero ahora comprendía que Julia hablaba en serio, que realmente no le importaba. Era como alguien que ya posee una gran fortuna: naturalmente no se detiene a mirar las pequeñas riquezas de los demás. —¿Cuándo... Aprendiste a volar? —preguntó Diego con voz ronca. Lo único que sabía era que Julia se había retirado del ejército, pero jamás imaginó que supiera pilotar un avión. Ella lo miró con sarcasmo. —¿Y ahora recién te interesa mi pasado? Cuando Diego le propuso matrimonio, Julia había querido contarle su historia. Pero él solo respondió: —Tu pasado no me importa, lo que me interesa es nuestro futuro. Julia había creído que de verdad se preocupaba por ese futuro en común. Más tarde descubrió que no era así. La realidad era que a Diego simplemente no le importaba ella, y por eso tampoco le interesaba su pasado. Él mostró incomodidad. Justo en ese momento se acercaron sus amigos. —Diego, Andrea te está buscando en el pabellón, ¿qué haces aquí? —preguntó Yago al llegar con los demás. Al ver a Julia, uno de ellos dijo con desprecio: —No me digas que volvió a molestarte. —N-no... No es eso —respondió Diego, visiblemente incómodo. Pero sus amigos no le creyeron. Uno de ellos lanzó una burla contra Julia: —Oye, Julia, ¿no decías que volar un avión no tenía nada de especial? Pues bien, súbete y hazlo ahora. —Ja, ja, ella no sabe. Si no fuera porque Andrea aún no se recupera del todo de la caída del caballo, hoy mismo podrías ver la enorme diferencia entre ella y Andrea. Las palabras maliciosas resonaron en los oídos de Julia. Sara dio un paso al frente y gritó con furia: —¡Diego, ¿eres hombre o no?! ¿Vas a dejar que tus amigos insulten así a tu esposa? El gesto de Diego se congeló. Julia sujetó a Sara. Con la cara fría, miró a Diego y a sus amigos. —La diferencia entre las personas no se mide por si saben o no volar un avión. ¿Ustedes qué se creen? ¿Que por el simple hecho de que me casé con Diego tienen derecho a insultarme y rebajarme? Ellos quedaron momentáneamente sin palabras. Julia no esperó su reacción. Tomó a Sara del brazo y se marchó sin mirar atrás. Yago tardó un buen rato antes de resoplar. —Esa Julia, ¿cómo se atreve a hablar así? Diego, tienes que darle un escarmiento, hacerle entender quién se cree que es. —¡Basta! —replicó Diego con la cara sombría—. Julia es mi esposa, y pase lo que pase, ustedes no deberían despreciarla. Sobre todo, después de lo que Julia había demostrado con sus habilidades de vuelo, Diego sentía la cara arder de vergüenza. —¿Qué te pasa, te volviste loco? —dijo Yago, molesto—. El que más desprecia a Julia eres tú. ¿No fuiste tú mismo quien dijo que ella no tenía ninguna habilidad? Que si no fuera porque Andrea te dejó y estabas hecho pedazos, jamás te habrías casado con ella. Diego se quedó mudo. Sí, esas palabras las había dicho él, una noche borracho, quejándose con sus amigos. Pero... ¿De verdad Julia no tenía ninguna habilidad? Al menos, los proyectos que había manejado en la empresa nunca le habían dado dolores de cabeza. Además, había domado un caballo desbocado... Y más aún, acababa de pilotar un avión ejecutando maniobras de alta dificultad. Cada una de esas cosas le oprimía el pecho, como si algo pesado se le clavara en el corazón. Ella, que había sido su esposa durante tres años, ahora le parecía extrañamente desconocida. —Ya, no arruinemos nuestra amistad por culpa de Julia —intervino uno de ellos—. Diego, ve al pabellón de adelante, Andrea lleva rato buscándote. Diego asintió y se dirigió al pabellón. Su mente seguía confusa, invadida por las imágenes de Julia pilotando aquel avión. Cuando pasó por el stand de AeroEstrella, Andrea salió a recibirlo. —¿Qué te pasa? No tienes buena cara. —Nada... Tal vez he estado demasiado ocupado con los asuntos de la empresa —respondió Diego. —Entonces siéntate un rato y descansa —dijo Andrea. Él se sentó y bebió unos sorbos de agua. Recién entonces sintió que recuperaba algo de calma. En el centro del stand de AeroEstrella había una gran pantalla electrónica que transmitía en vivo lo que ocurría en el área de exhibiciones al aire libre, detrás del pabellón. —Pronto comenzará la exhibición aérea. Es una pena que mi herida no haya sanado del todo. De lo contrario, habría participado en el show de vuelo —comentó Andrea. Diego dudó un momento. —¿Es muy difícil la exhibición aérea? —Por supuesto que sí. Para hacerlo bien no basta con ser un piloto común —respondió Andrea con cierto orgullo. En otras circunstancias, Diego habría elogiado a Andrea sin pensarlo. Pero al recordar las maniobras que Julia acababa de realizar en el cielo, esas palabras se le atoraron en la garganta. No pasó mucho tiempo antes de que la exhibición comenzara. Diego distinguió entre los aviones en vuelo aquel mismo que Julia había pilotado antes. La cámara estaba demasiado lejos, así que era imposible ver con claridad quién iba dentro. Pero Diego tenía un presentimiento inexplicable: la persona en esa cabina... Debía ser Julia. Andrea, mientras miraba la exhibición, comentó de pronto: —Ah, por cierto, cuando Yago y los demás vinieron a verme, mencionaron a Julia. Dicen que incluso se atrevió a decir que volar un avión no era gran cosa. Qué arrogancia. Diego apretó los labios y, con cierta dificultad, dijo: —¿Y si no fuera arrogancia? Andrea arrugó la frente y lo miró con burla. —Una persona que nunca ha volado un avión, ¿qué más puede ser sino arrogante? Diego, ¿acaso estás tratando de defenderla? —No es que quiera defenderla, pero... ¿Y si realmente sabe volar? —respondió Diego.

© Webfic, todos los derechos reservados

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.