Capítulo 40
Dentro del dormitorio, Josefina se había acostado después de asearse, cuando escuchó un golpe en la puerta.
—Josefina, la sala está demasiado fría. ¿Podrías dejarme entrar para dormir contigo?
Su voz llevaba un tono de reconciliación, esperando que Josefina se ablandara y lo dejara entrar.
—Todavía estoy enfermo.
Él no creía que ella fuera tan fría de corazón como para ignorar a un enfermo como él.
Al segundo, una voz fría y sin emoción salió desde la habitación. No contenía ni una pizca de compasión, solo seriedad y firmeza.
—Mi abuela, en vida, aborrecía profundamente que dos personas no casadas convivieran en una misma casa. Nosotros aún no tenemos acta de matrimonio ni hemos celebrado la boda. ¿Estás seguro de que quieres enfurecer a mi abuela?
Federico guardó silencio unos segundos y sintió como si la mirada que lo observaba desde atrás se volviera aún más intensa.
Suspiró profundamente. No tuvo más remedio que rendirse.
Había un dejo de molestia en la mirada de Federico.
Apenas e

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