Capítulo 85
La mano del hombre, larga y de dedos bien definidos, se acercó y le sujetó la barbilla. Su rostro apuesto se inclinó hacia ella, su aliento era ardiente.
—Tu gusto para elegir hombres deja mucho que desear.
—¿Tú... Tú cómo puedes atacarme así? —Josefina no se movió, casi no se atrevía a respirar.
Tenía que admitirlo: el hombre frente a ella tenía un rostro tan guapo que hacía que su corazón latiera más rápido y su cara se sonrojara.
Salvador soltó una risa baja.
La ilusión de que sus respiraciones se entrelazaban con ambigüedad hizo que las pestañas de Josefina temblasen ligeramente.
Si nunca hubiera conocido a Federico, tal vez ya estaría con este hombre frente a ella...
Ese pensamiento cruzó por su mente y, de inmediato, desvió la mirada de Salvador.
Josefina sentía como si su cerebro hubiese sido afectado por el incienso estimulante del ambiente.
Él parecía estar de mejor humor y la soltó.
Al ver su sonrisa, Josefina, con un impulso repentino, habló rápidamente:
—Señor Salvador, por

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