Capítulo 26
Catalina no mostraba enojo; simplemente dijo con una expresión impasible: —Tiene la boca demasiado sucia. Límpiensela, por favor.
Inmediatamente una de las guardaespaldas sacó un par de guantes del bolso y comenzó a ponérselos con toda la calma del mundo.
Florencia no sabía qué iba a hacerle, pero sus pupilas se contrajeron de golpe y lanzó un grito aún más agudo.
—¡Catalina, eres una cualquiera que se acuesta con todo el mundo...! ¡Agh!
La guardaespaldas tomó un puñado de papel higiénico usado del basurero y, sin el menor cuidado, se lo metió todo en la boca a Florencia.
Aquellos se abrieron por completo; intentó escupirlo, pero de nuevo alguien la empujó contra el inodoro.
Catalina la observaba con frialdad, sin mostrar el más mínimo rastro de compasión ni piedad.
Florencia casi había logrado matarla; dejarla viva ya era un acto de clemencia.
Una hora más tarde, Catalina les hizo una señal a los demás.
—Ya es tarde. Vámonos.
Solo entonces la soltaron.
Quedó tirada como una muñeca de

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