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Capítulo 14 El embajador resultó ser

¿Dolores? Susana sabía que Dolores sí tenía cierta fama: le encantaba presumir en redes sociales su vida de alta sociedad, además tocaba muy bien el piano, lo que le había ganado un buen número de seguidores. Su influencia era comparable a la de una pequeña celebridad. Pero ¿cómo era posible que la Corporación Río Claro la hubiera escogido como embajadora de la marca? De inmediato, Susana llamó a su asistente. Este investigó rápidamente y respondió: —Ya lo confirmé. Dolores tiene muy buena relación con Paula. El contrato de imagen fue bastante costoso, y seguramente la propuesta vino de ella. —Cancélalo de inmediato —ordenó Susana con frialdad. Más allá de su aversión personal hacia Dolores. Estaba segura de que alguien con semejante carácter, como embajadora, acabaría perjudicando gravemente la reputación de la compañía. —Entendido, gerente Susana. Tras colgar, ella terminó el trabajo que tenía pendiente y decidió visitar algunas tiendas físicas. En el centro comercial. Revisó varias sucursales cercanas hasta que, de pronto, se topó con un restaurante de estilo japonés que le resultaba familiar. Ese lugar era muy famoso incluso en Monteverde. Lo pensó un momento y llamó a Julián. —¿Quieres comer juntos? —preguntó. —Señorita Susana, ¿siempre invitas a la gente de manera tan improvisada? —La voz grave y magnética del hombre sonó al otro lado de la línea, con un dejo de sonrisa casi imperceptible. Susana se sintió un poco incómoda y explicó: —Justo me encontré con un buen restaurante y pensé en preguntarte si estabas libre. Si no, lo dejamos para otra ocasión. —No, estoy libre. Mándame la dirección y espérame —contestó él con firmeza. Julián colgó. Sus dedos largos sostenían un cigarrillo encendido. El hombre frente a él, al escucharlo, no pudo evitar preguntar: —Julián, ¿no habíamos quedado en ir al bar esta noche? Él apagó la colilla con calma. —¿Y quién te dijo que, como tú, sigo soltero? Anda tú solo. —¿Qué? ¿Tienes novia? —Su amigo lo miró incrédulo. —¿Quién podría soportar tu mal carácter? —Todavía no es mi novia. Por cierto, enséñame algún truco para conquistar chicas —dijo Julián. El otro rio. —Entonces preguntaste a la persona indicada. Para conquistar, lo principal es el humor: haz que la chica disfrute contigo, y poco a poco se enamorará. De pronto se le ocurrió algo. —Espera... Esa señorita Susana de la que hablas, ¿no será esa Susana? ¡Estás loco! Si Samuel se entera de que le quitaste a su adorada hija, seguro viene desde Monteverde. Los labios sensuales de Julián se curvaron en una sonrisa indiferente. Su porte era aristocrático, aunque con un matiz de osadía. —Incluso Samuel no puede controlar con quién se relaciona su propia hija. Su amigo torció la boca. —Lo dudo mucho. Julián lo miró de reojo. —Escuché que últimamente Beatriz anda muy cercana a un actor. El hombre de aire provocador perdió la sonrisa y replicó con frialdad: —¿Y eso qué tiene que ver conmigo? Unos segundos después, Gonzalo Guzmán se levantó. —Tengo asuntos que atender. Me retiro. ... Restaurante La Estrella. Cuando el gerente le comentó que la sala privada tenía un costo extra, Susana la reservó sin titubear. Para ella, el dinero no era más que una cifra. Mientras esperaba a Julián, algo aburrida, decidió salir al jardín para contemplar el paisaje. El patio del restaurante, decorado con un marcado estilo japonés, era igualmente lujoso. —¡Hoy sí que vas a disfrutar! ¡Olvida todas esas preocupaciones! De pronto, una voz conocida sonó a su espalda. Susana pensó con fastidio que, justo, se había topado con la persona que menos quería ver. No giró; continuó apreciando la vista. Dolores sonreía a Fabián cuando, de pronto, reparó en la silueta alta y elegante que se distinguía a lo lejos. Se frotó los ojos. —¿Esa es... Susana? Al verla, la cara de Fabián se contrajo y, con ironía, comentó: —¿Por qué estás en todas partes? Qué vanidosa es. ¿También tiene que pasearse por todos los restaurantes de lujo? Dolores lo sujetó del brazo y, con voz melosa, dijo: —No hables así, Fabián. Susana se crio en el campo, es normal que sienta curiosidad por estas cosas. Dicho esto, se acercó a Susana. Su voz sonaba dulce, pero en su mirada brillaba el desprecio. —Susana, ¿vas a tomarte una foto para subirla a Instagram y presumir? Qué casualidad. Hoy Fabián me invitó a cenar. ¿Por qué no te unes a nosotros?

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