Capítulo 2
El puente de arco tenía quinientos metros y cruzaba todo Silk River.
Yo estaba de pie en la acera peatonal en tanto observaba cómo el agua se deslizaba suavemente contra los pilotes de concreto.
De repente, el viento desordenó mi cabello, lo cual me pareció extraño, pues lo tenía atado.
Sin embargo, cuando toqué la parte de atrás de mi cabeza, noté que el coletero ya no estaba.
Mas, eso no era algo que me importara.
En ese momento, mi largo cabello negro golpeaba mi rostro como si quisiera despertarme de un sueño.
No obstante, sabía que todo era real. Por lo tanto, solo me quedé allí, observando el tranquilo río.
A mi alrededor, había ciertas personas paseando por el lugar.
"Las aguas lucen tranquilas, pero son profundas", comentaban algunos.
Al escuchar aquello, ciertas preguntas vinieron a mi mente.
¿Qué podría esconderse bajo esa superficie tranquila? ¿Había monstruos viviendo en el lecho del río?
¿Acaso estaban esperando pacientemente a que algún desventurado peatón cayera en sus fauces?
Siendo sincera, fue Landon quien me contó la historia del monstruo del río.
Según él, la criatura no tenía nombre y se suponía que era parecida a un caimán, de piel color verde grisáceo y con un cuerno entre los ojos, como un unicornio.
Cuando éramos novios, solíamos ir a cenar juntos y luego veníamos a este lugar para pasear.
Recuerdo que él siempre se metía las manos en los bolsillos del pantalón mientras caminábamos.
En un principio, pensé que lo hacía para verse interesante, como los otros chicos del campus.
Mas, luego de pensarlo, supuse que lo hizo porque no quería tomarme de la mano.
Además, me contó historias de monstruos para que yo tuviera miedo y así se arruinara el ambiente romántico.
En ese instante, me miré las manos y noté la manicura francesa que me había hecho hace algunos días.
El barniz blanco estaba un poco astillado y mis uñas estaban creciendo demasiado.
Claro, desde que papá falleció, no había tenido tiempo de pensar en cosas estéticas como esas.
Pero, mis manos todavía se veían bien.
Mis dedos eran largos y delgados, totalmente lisos.
Además, mi piel era joven, clara y sin imperfecciones.
Entonces, ¿por qué Landon no querría sostenerme de la mano?
¿En serio le resultaba tan repulsiva como para que él se negara a tocarme?
Si no tomaría mis manos, ni me besaría, ¿por qué se casó conmigo?
Si no le gustaba ni un poquito como mujer.
Tras pensar en eso, me quité los tacones, trepé por la barandilla y me senté en la cornisa de cemento.
Allí, con mis piernas desnudas colgando en el aire, sentí la fresca brisa de la noche en mi rostro.
De pronto, miré hacia abajo y noté los cuarenta metros que separaban el puente del río.
A lo lejos, una suave ola recorrió todo el lago hasta que llegó a mí, como si quisiera decirme algo.
"Amiyah, ¡ven! ¡Únete a nosotros!", escuché una voz desde abajo.
En esa oportunidad, llevaba un vestido negro.
De hecho, estaba usando vestimentas negras desde la semana pasada que murió mi padre.
Mas, aparentemente, mamá lo había olvidado, al igual que Landon.
En una ocasión, escuché que alguien dijo que el s*xo después de un funeral era una afirmación de vida.
Pero, ¿fue por eso que ellos se acostaron?
No sabía si quería respuestas, aunque no dejaba de pensar en eso.
Como mi vestido negro se mezclaba con la noche, nadie notó mi presencia.
Por lo tanto, permanecí sentada en la cornisa durante muchísimo tiempo.
Tanto, que el monstruo del río sin nombre se cansó de esperarme y se fue.
Del mismo modo, el viento se aburrió de jugar con mi cabello y se calmó.
Incluso la superficie del agua se tranquilizó.
Completamente sola en el puente, miré hacia el cielo nocturno de la ciudad.
Pronto, me di cuenta de que esa noche no había luna.
Entonces, recordé que papá, muy curiosamente, me enseñó a interpretar las nubes y el cielo.
Él me dijo que una noche sin luna y sin estrellas significaba que llovería por la mañana.
Siendo sincera, yo deseaba que no fuera cierto, ya que odiaba los días de lluvia.
Ante eso, miré nuevamente el agua oscura y tranquila que tenía debajo en tanto pensaba.
Si saltara del puente ahora mismo, no tendría que presenciar la lluvia de la mañana.
Y lo más importante, no tendría que enfrentarme a mamá y Landon.
No me vería obligada a afrontar el hecho de haber perdido a mis tres personas favoritas en el mundo: papá, mamá y mi esposo.
Después de lo que acababa de descubrir, ya nada parecía importar.
Además, ya no quería caminar, pues me dolían las piernas.
¿Por qué no podría simplemente descansar aquí?
¿Qué me impedía quedarme en este lugar para siempre?
Una vez leí que un adulto tardaba unos cuarenta segundos en ahogarse.
En ese periodo de tiempo, tus pulmones se llenarían de agua y finalmente te asfixiarías.
Claro, era un proceso increíblemente doloroso.
Pero, cuarenta segundos de dolor no parecían tanto si lo comparabas con toda una vida de agonía.
¿Acaso no valía la pena?
En "El Padrino", una de las líneas de Peter Clemenza fue: "Luca Brasi duerme con los peces".
Esa frase podría cambiar a: "Esta noche, Amiyah Finnegan duerme con los peces".
Aquello hizo que me riera ligeramente.
La altura me daba vértigo, así que volví a mirar al río.
¿Seguía esperando el monstruo que yo cayera para que me devorara por completo?
Totalmente valiente, balanceé mis piernas y examiné el río.
Quería identificar la parte más profunda, ya que no quería aterrizar en una roca submarina.
A fin de cuentas, me gustaba bastante mi rostro y quería que permaneciera libre de cicatrices.
A pesar de estar muerta, quería lucir resplandeciente y hermosa.
Inesperadamente, el rostro de papá apareció en la superficie oscura del lago y me miró fijamente.
"¡Amiyah!", me habló molesto.
Sin mencionar sus cejas profundamente fruncidas.
"¿Qué estás haciendo?", me preguntó.
"¿Papá... eres tú?".
En un intento por tocar su rostro, extendí una mano y le dije: "Papá, te extraño...".
"Debes detenerte", me respondió en voz baja.
A decir verdad, mi padre nunca gritó. Él siempre decía que solo tenía su voz interior y eso era suficiente.
Incluso, cuando se enojaba, su voz era más baja, no más fuerte.
"Te extraño mucho...", le repetí en tanto me inclinaba hacia adelante.
"¿Ya olvidaste lo que te enseñé?", me reprendió con una mirada de desaprobación, la misma que me dirigía cuando olvidaba lavarme las manos antes de comer.
"¿En serio te comportarás como una cobarde y tomarás el camino fácil?", agregó.
"¡No lo sé! Papá, si salto ahora, podré estar contigo", le contesté.
"No, si saltas ahora, apenas serás una cadáver hinchado que bloqueará el río. Tu cuerpo será despedazado por la hélice de un barco. Con suerte, te sacarán del río, pero te llamaran 'Jane Dow', lo cual sería una vergüenza. Lo único que lograrás es que se malgaste el dinero de los impuestos que pagan los ciudadanos, sin contar que la policía perderá su tiempo. Y no, Amiyah, no estarás conmigo".
Mientras oía a papá, levanté las rodillas y agaché la cabeza, lo cual hacía siempre que él me regañaba.
"No puedes saltar. Ni ahora, ni nunca", concluyó.
"Pero no quiero vivir más, papá. No quiero afrontar que...".
Antes de terminar lo que estaba por decir, decidí detenerme.
Sabía que el reflejo de mi padre no era más que un producto de mi imaginación.
Sin embargo, a pesar de eso, no me atreví a decirle que mamá lo engañó.
Y mucho menos que Landon, su yerno perfecto, resultó ser una escoria después de todo.
"Claro que puedes, hija. Tú eres fuerte", respondió mi padre, cerrando el puño.
"Como diría Obama: ¡Sí, podemos!", agregó, imitando la voz del expresidente.
Yo atiné a sonreír, dado que recordé lo mucho que papá amaba a Obama.
"Amiyah, no olvides que todavía tienes algo pendiente por hacer".
"¿Qué? ¿A qué te refieres?".