Capítulo 11
Ella despertó entre ese penetrante olor a desinfectante.
La luz del sol se filtraba a través de las cortinas translúcidas y caía sobre las sábanas. Amelia, mirando fijamente al techo, por un momento no pudo distinguir si aquello era realidad o un solo un sueño. Hasta que una voz masculina, grave, se escuchó a su lado: —¿Has despertado?
Giró con brusquedad su cabeza y se encontró con una mirada tranquila y profunda.
El hombre tenía en la mano un historial médico; al verla despertar, lo cerró con total naturalidad y, con tono calmado, le dijo: —Perdiste el conocimiento por una hemorragia interna en el avión. Realicé un tratamiento de emergencia. ¿Cómo te sientes ahora?
De pronto, Amelia se llevó la mano al abdomen. El dolor había disminuido bastante, pero aún sentía una molestia bajo la piel. Abrió la boca; su voz salió temblorosa: —...Mil gracias.
El hombre enseguida le tendió un vaso de agua: —Me llamo Juan, soy médico. Este es mi sanatorio privado, aquí estás a salvo.
El vaso estaba t

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