Capítulo 25
Unos días después, Amelia recibió de manera inesperada un video enviado desde un número desconocido.
En la imagen, Xavier estaba arrodillado sobre los empinados escalones de piedra, con la frente apoyada en las losas, postrándose en señal de devoción. Por los escalones había un reguero de sangre oscura; sus rodillas ya estaban destrozadas, cubiertas de sangre y carne viva.
Ese era el mismo templo del Rosario donde ella había rezado por él algunos años atrás.
De fondo, se escuchaba la voz del asistente, quien informaba en voz baja: —El jefe Xavier lleva arrodillado tres días; el padre dice que está pidiendo...
—Bórralo enseguida.—Amelia cerró el video.—En adelante, no hace falta que me informes sobre lo suyo.
Caminó a paso largo hasta la caja fuerte, sacó un contrato de cesión de acciones y, tras firmarlo, se detuvo un instante, extrayendo también una hoja de notas.
El bolígrafo permaneció suspendido durante un buen rato; al final, solo escribió una frase.
[Todo saldado.]
Cuando Xavier

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