Capítulo 5
Cuando Xavier salió corriendo tras ella, el pasillo estaba vacío; solo un gato agazapado en la esquina lo observaba con cierta precaución.
—Parece que solo era un gato.—le susurró al instante Natalia, que lo había seguido.— Anda, ve a acompañar a la señorita Amelia, yo me iré en taxi dentro de un rato.
Xavier sorprendido respondió: —¿Vas a tomar un taxi con esta lluvia? Quédate conmigo.
Natalia pensativa se mordió el labio y respondió en voz baja: —Pero la señorita Amelia...
—¿Quién es tu hombre? —Xavier le sujetó de repente la barbilla, su voz sonó autoritaria.
Las mejillas de Natalia se tiñeron de rojo al instante. Murmuró y dijo algo entrecortada: —...Pero.
—Entonces hazme caso.—Le tomó la mano y la llevó de regreso al auditorio.
Al entrar, Amelia seguía sentada en el mismo sitio, escuchando la música en completo silencio.
Xavier suspiró aliviado, arrastrando así a Natalia hasta lograr sentarse a su lado y le explicó algo despreocupado: —Cariño, afuera llueve demasiado. A ella también le gusta la música, así que la dejé quedarse.
Amelia respondió con un simple "mm", sin desenmascararlo.
Durante todo el concierto, Xavier estuvo pendiente de Amelia.
Le preguntaba de vez en cuando si tenía frío, le masajeaba el vientre, incluso le susurraba si quería irse antes a descansar.
Pero Amelia sabía muy bien que la mano izquierda de Xavier siempre permanecía entrelazada con la de Natalia.
De pronto recordó la primera vez que se tomaron de la mano.
Ella tenía dieciséis años, era una noche de invierno y nevaba demasiado. Él se coló a escondidas al respaldo de su casa, le mostró las manos heladas y enrojecidas, y le sonrió: —Amie, tengo las manos tan frías... ¿me las calientas?
Ella, sonrojada y, cariñosa le tomó las manos. Él enseguida cerró los dedos con fuerza y nunca más la soltó.
En aquel entonces, en sus ojos solo existía ella.
Pero ahora, mientras la tomaba de la mano, también sostenía la de otra persona.
Una lágrima de tristeza se deslizó sin poder evitarlo.
Xavier lo notó al instante, y con la yema del dedo le secó la mejilla: —¿Qué te pasa?
Amelia sonrió, respondiendo en un tono de voz baja: —La música es demasiado conmovedora.
Xavier soltó una sonrisa, con tono mimado: —De verdad eres un tesoro, tan fácil de emocionar, ¿eh?
Ella no respondió en lo absoluto, dejando que él le limpiara las lágrimas.
Después de terminar el concierto, la gente comenzó a dispersarse, pero Xavier no permitió que Amelia se marchara.
Hizo que subieran un montón de instrumentos: piano, violonchelo, violín...cada uno de ellos de un valor incalculable.
—Dijiste alguna vez que te gustaban estos instrumentos, así que los compré todos, sin importar el precio —le sonrió complacido.—¿Te gustan?
Uno de los empleados enseguida añadió: —Señorita Amelia, el jefe Xavier se ha esforzado muchísimo por esta colección. Algunos los adquirió en subastas privadas pagando un precio altísimo, otros los consiguió en préstamo de museos...
Natalia estaba de pie a un lado, y en su mirada se veía un destello sombrío.
Amelia esbozó una leve sonrisa y estaba a punto de decir algo.
—¿Qué es esto? —preguntó de repente Natalia, alargando la mano con cierta curiosidad para tirar de una cuerda decorativa que había al lado.
—¡No la toques! —el rostro del empleado cambió de forma drástica, pero ya era demasiado tarde.
Desde arriba llegó el estruendo de un dispositivo en marcha, y un minutos después, la pesada estructura de luces y los equipos de sonido cayeron al suelo en picada.
En un abrir y cerrar de ojos, Xavier tiró de Natalia, protegiéndola en sus brazos mientras rodaban hacia un lado.
Mientras tanto, Amelia permaneció en el mismo sitio, viendo cómo la sombra negra caía justo sobre ella...
"¡Bang!"
Un dolor insoportable la atravesó enseguida, y cayó en un charco de sangre. En sus últimos instantes de conciencia, escuchó la voz desesperada de Xavier gritando una y otra vez: —¡Amie!
Pero ella sabía muy bien que, entre sus brazos, él sostenía a Natalia.