Capítulo 17

—Lo siento... lo siento... Con la voz ronca, repitió incontables veces sus disculpas, pero la persona que realmente debía escuchar esas palabras, en ese momento, ya no estaba para hacerlo. Las lágrimas le nublaron la vista y, ante sus ojos, pareció revivir la primera vez que vio a Silvia. Fue en una tarde de verano cualquiera, cuando de repente empezó a llover con el sol todavía brillando en el cielo. Ella no llevaba paraguas y vestía un vestido blanco; al empaparse, la prenda quedó completamente pegada a su cuerpo, volviéndose casi translúcida. Silvia, consciente de su situación incómoda, intentaba cubrir con apuro las partes más delicadas, mientras las gruesas gotas de lluvia la empapaban por completo. Él pasaba en carro y, al mirarla de reojo, toda su atención quedó atrapada en ella; sentía cómo su corazón latía descontroladamente. En ese instante, comprendió con absoluta claridad que se había enamorado. Detuvo el carro, abrió la puerta y le preguntó: —¿Quieres subir para resguardar