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Capítulo 1

—Nancy, dijiste que solo te atraía mi cuerpo. Entonces, si nos separamos, tampoco cuenta como si yo hubiera sido quien empezó todo, ¿verdad? El hombre se recostó en el respaldo del sofá. Una sola frase bastó para que el pecho de ella se entumeciera. "Así que, ¿esa era su explicación después de que lo descubrieran paseando de la mano con otra mujer?" Sin embargo, el hombre parecía ignorar por completo la expresión de ella. Mientras hablaba, intentó rodearle la cintura con el brazo. —El Grupo Viresta ha tenido algunos problemas con su financiamiento. Necesitan contactar al Grupo Solvex, que acaba de instalarse en Puerto Solara. Ella es sobrina del patriarca de la familia Reyes. "¿La familia Reyes?" Nancy esquivó el gesto con discreción y guardó el documento que tenía en la mano. —¿Y yo qué hago? —¿Tú? —El hombre sonrió, le levantó la barbilla y, con sarcasmo, añadió—: Solo es un juego, ¿te lo creíste? Ella abrió la boca, pero al final solo logró decir una frase. —¿Por ella vas a terminar conmigo? ¿Ella tiene mi espontaneidad y rebeldía? Aquella reacción provocó que los ojos del hombre destellaran de satisfacción. —Ella no es como tú. Es educada, pura, apropiada para ser esposa. Ja. Nancy sintió una punzada en el corazón. Así que no era como ella. Sus parpados temblaron. Era una belleza fuera de serie. ¿Olvidaba que, antes de estar con él, ella también era pura y reservada? Fue él quien decía que le gustaban las mujeres libres y desinhibidas. Él fue quien poco a poco la transformó en lo que era en ese momento. Ella pensó que eso era lo que él quería y que su relación acabaría en matrimonio. Jamás imaginó que él llamaría "pura" a otra, diciendo que era la adecuada para casarse. Nancy se rio de sí misma. —Ahora sí entiendo. Como si notara el cambio en su ánimo, el hombre sacó una pulsera de diamantes del bolsillo y la deslizó dentro del escote de Nancy. —Con tu estatus, mi mamá jamás me permitiría casarme contigo, ¿eso no te ha quedado claro? Mientras ella no lo sepa, podemos seguir así. Los diamantes le arañaron la piel. Ese era su truco habitual. Ella sacó la pulsera y la hizo girar entre sus dedos. Era de la nueva colección Aura Celeste, una marca de lujo de temporada. La venta empezó el mes pasado. Ella había visto el recibo de compra en el bolsillo de la chaqueta de él. La había adquirido hacía tiempo, pero solo hasta ese momento se la entregó. Al parecer, a esa prometida no le gustó la pulsera y, como no pudo devolverla, él se la dio a Nancy, como si le estuviera haciendo un favor. Como quien tira la basura. El corazón de ella se sentía lastimado. Como siempre, obediente, se puso la pulsera en la muñeca, aparentando estar encantada. Alzó la cara con una sonrisa seductora y cautivadora. —Y esta noche, ¿quieres probar algo nuevo? Era astuta y ágil, como una zorra ingeniosa. Sabía cómo despertar en ese hombre un deseo incontrolable. A él le fascinaba esa mezcla de docilidad y picardía en ella. Soltó una carcajada y abrió los brazos. —Por supuesto. Nancy era una mujer encantadora y provocadora. Tomó el antifaz que estaba a un lado y se lo puso al hombre; después, con un cinturón y una corbata, ató sus manos y pies a la silla. Entonces, comenzó a desabrocharle la ropa. Se inclinó y le susurró, con una risa de picardía, al oído: —Nada de mirar. Como siempre, él no se resistía a ella. Su piel fría se puso roja ante la excitación. —Esta noche estás perdida. Nancy terminó de atarlo y la sonrisa desapareció de su cara. Dio un paso atrás, aunque su voz seguía siendo dulce y seductora. —Entonces, espérame aquí, voy a darme una ducha. Entró al baño, abrió la regadera, pero no se metió. Aprovechando el ruido del agua, sacó la maleta. Él la había moldeado a su antojo, hasta convertirla en quien era. Pero olvidó que la sumisión y la resignación, jamás formaron parte de su esencia. Cuando terminó de empacar sus cosas y recoger todas las joyas de valor. No miró al hombre que esperaba por ella. Se fue sin mirar atrás.
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