Capítulo 19
Así no tiene ningún sentido.
Salvador soltó una risa repentina, un sonido breve, mientras sus dedos daban ligeros golpecitos para sacudir la ceniza del cigarrillo. —Lo siento, no tengo tiempo.
Lorena se quedó sin palabras. El color subió de inmediato a sus mejillas; mordió su labio inferior, con los ojos llenos de lágrimas, mirándolo en silencio.
Salvador sostenía el cigarrillo entre los labios delgados. Al verla así, lentamente lo retiró de la boca, lo arrojó al cubo de basura y, con la mano que no tenía herida, trató de secarle las lágrimas.
La yema de sus dedos tenía una fina capa de callosidad.
Salvador peleaba muy bien. Antes de que la familia Herrera lo encontrara, ya era capaz de enfrentarse solo a veinte hombres. Había emergido poco a poco desde lo más bajo, pisando los intereses de muchos; por eso, solía ser atacado en grupo, y con el tiempo su habilidad se había perfeccionado.
Él mismo había aprendido a usar cuchillos, bastones, ballestas e incluso armas de fuego. Por eso, lo

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