Capítulo 89
Ahora, con que Marco no sacara el arma cada vez que veía a Lorena, ya se consideraba un gesto de cortesía.
En su círculo social, nadie la apreciaba.
Así que lo mejor para ella era quedarse tranquilamente en casa, siendo simplemente una mujer hermosa.
Los ojos de Daniela estaban enrojecidos mientras sostenía la mano de Elena: —Hermana, todos estamos esperando que despiertes.
Pero Elena yacía en la cama con el rostro pálido, los ojos cerrados, y así había estado durante más de tres años.
A Marco solo le picaba la garganta y arrastró a Salvador al pasillo.
—¿Cuándo demonios vas a divorciarte de esa perra?
Antes, ellos dos eran grandes amigos, pero desde que Salvador se casó, rara vez coincidían en algún evento. Solo en el cumpleaños de Elena cada año, todos acudían a visitarla.
Salvador fue agarrado por el cuello de la camisa. Sus labios delgados dibujaron una sonrisa fría y solitaria: —Pronto.
—Salvador, te hice la misma pregunta hace dos años y dijiste "ya casi". Te la hice hace un año,

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