Capítulo 10
Rosa se quedó completamente sorprendida, y se levantó de un salto, completamente desbordada por el miedo.
—José, ¿qué estás diciendo? Debes haber oído mal; no dije que la reemplazara.
Él parecía un león tenso, como si en cualquier momento fuera a morderle la garganta a su presa.
Sus ojos estaban llenos de furia, y la miraba fijamente a los ojos.
—No estoy sordo; escuché claramente cada palabra que dijiste. ¡Habla!
Rosa, con los ojos llenos de lágrimas, como siempre, intentó acercarse a José. Le tomó el brazo y comenzó a hacer un pequeño gesto coqueto.
—José, de verdad no es así, te has equivocado.
Su voz estaba cargada de súplica, y sus ojos mostraban una esperanza.
Pero el resultado la decepcionó profundamente. José la apartó sin piedad, su mirada era feroz.
Su voz carecía por completo de emoción.
—¿No vas a hablar? Está bien, ¡yo mismo lo investigaré!
Rosa nunca había visto a José tan aterrador. Mordió su labio y, finalmente, dijo: —¿Y qué si reemplazó a Ana? ¿No dijiste que me amaba

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