Capítulo 26
Saúl se secó las lágrimas con una sonrisa, aunque no añadió nada más.
Al levantarse, Doña Emiliano le entregó un regalo y le dijo las mismas palabras que cuando llegó por primera vez.
—Saulito, espero que estés bien.
Una vez más, sus ojos se llenaron de lágrimas.
Justo cuando se abrió la puerta, Araceli, sentada en la entrada, se puso de pie al notar los ojos levemente enrojecidos de Saúl, con una chispa de preocupación en su mirada.
En ese momento, una voz severa resonó desde el interior.
—¡Araceli, entra!
La puerta se cerró con un estruendo.
—Abuelo.
Araceli estaba a punto de sentarse junto a Doña Emiliano cuando el anciano frunció el ceño.
—¡No te sientes, arrodíllate!
Sin atreverse a resistir, Araceli se arrodilló inmediatamente frente a Doña Emiliano.
Esta la observaba con detenimiento.
—Estaba al tanto de tu divorcio con Saulito.
—¿Abuelo?— Araceli levantó la cabeza, sorprendida, hacia Doña Emiliano, —¿Usted lo sabía?
—Así como cuando tu padre resolvió aquel malentendido con su

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