Capítulo 125
De forma deliberada suavicé un poco mi tono.
Aunque no me gustaba mostrarme débil, si con eso conseguía que Salvatore aceptara el divorcio, tampoco era algo imposible de considerar.
Él permaneció de espaldas ante mí, sin girarse en ningún momento.
Hasta que mis últimas palabras se apagaron en medio de un silencio absoluto, dijo con severidad: —No me voy a divorciar.
Al terminar, salió de la habitación, dejándome sola.
Miré la puerta cerrada con una desilusión sin precedentes, tomé la almohada que tenía en las manos y la lancé con rabia.
...
Estos días parecían haber vuelto a ser como antes.
Salvatore no me permitía salir de casa.
Aunque su actitud ya no era tan severa como antes, y aceptaba casi todo lo que yo le pedía, excepto lo de salir, donde por el contrario persistía su inflexibilidad, seguía sintiéndome molesta.
—Salvatore, te lo ruego, déjame en paz...
—Divorciémonos, ¿sí? No necesito tu culpa ni que intentes compensarme.
Al principio, así fue como se lo supliqué.
Salvatore sol

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