Capítulo 150
Salvatore me sujetó con una mano por el hombro y con la otra me aprisionó contra su pecho. —¿A dónde crees que vas?
Bajó la cabeza para mirarme y, en cuanto alcé el rostro, choqué con sus profundos y brillantes ojos oscuros: fríos, distantes, sin un abismo de emoción.
Detrás de él, la noche se extendía densa y sombría, como si quisiera en cualquier momento fundirse con su figura.
En su cuerpo aún flotaba un leve aroma a tabaco, casi imperceptible.
Sin querer recordé que, al salir hace un momento, había visto a lo lejos el destello rojo dentro de un auto estacionado: debía de ser él, fumando.
Hice mala cara, incómoda. —Suéltame.
Por supuesto, Salvatore no aflojó el agarre; al contrario, me abrazó aún con más fuerza. —¿Terminaste la conversación?
Me debatí intentando apartarlo con todas sus fuerzas, sin responder a su pregunta.
De repente, Salvatore inclinó la cabeza y me mordió con fuerza en la comisura de los labios. —Si ya terminaste, regresemos a casa.
Su expresión era tan sombría qu

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