Capítulo 44
A mi alrededor, el bullicio era ensordecedor, pero aun así podía oír con claridad la voz que venía de ese lado.
—Salvatore, lo siento... es que me siento fatal...
Valeria, completamente enrojecida, estaba recostada sobre la barra. Frente a ella había una copa triangular de cristal con un líquido azul celeste que reflejaba su cara arrebolada.
Salvatore estaba sentado a su lado, mirándola con el ceño fruncido.
Aunque mantenía su expresión habitual, fría y profunda, seguía allí, pacientemente, junto a ella.
Solté una risita irónica, fingí no haber visto nada y me giré para marcharme.
Carmen, por instinto, me llamó: —Bibi...
Las personas de ese lado parecieron percibir el movimiento y también miraron hacia acá.
En el instante en que me vio, la mirada de Salvatore cambió; se levantó y vino hacia mí.
—¿No dijiste que ibas al hospital? ¿Qué haces aquí?
Su tono tenía un matiz de reproche.
En sus ojos pude ver una sombra oscura. Yo solté una risa fría, sin darle respuesta, y pasé de largo junto

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