Capítulo 82
Unos pasos firmes resonaron, y la voz de Salvatore se escuchó aún con un tinte perezoso.
—¿Por fin te has decidido a llamarme?
Las palabras que acababa de preparar se vieron interrumpidas de golpe.
—Bianca, pensé que tenías más orgullo.
Del otro lado se oyó el tintinear de unos hielos chocando con el vaso. Respiré hondo. —Salvatore, tengo algo que hablar contigo...
—¿Qué cosa?
La voz de Salvatore era grave y serena, como si estuviera seguro de que terminaría buscándolo.
—Bianca, antes, cuando yo salía de viaje de negocios, deseabas seguirme cada instante; y si no podías acompañarme, al menos me llamabas en cuanto yo bajaba del avión para comprobar dónde estaba.
Con el tono más tranquilo, trajo a la memoria la época más humillante de mi vida.
—¿Qué pasa, que este jueguito de hacerse desear solo te alcanzó hasta aquí?
A pesar de su evidente ironía, yo me descubrí insólitamente calmada.
—Salvatore, te equivocas, solo necesito hablar contigo.
Sentí mi propia voz sin una sola variación. —Es

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