Capítulo 22
Tierra Brava, invierno.
Álvaro se arrebujó en su abrigo, cargando los gruesos libros de su carrera mientras cruzaba a paso rápido la explanada frente a la biblioteca.
La vida en un país extranjero parecía haberse puesto en cámara lenta, como si también alguien hubiera apagado el sonido.
Sin aquellas persecuciones ruidosas ni los encuentros forzados, el tiempo se volvía especialmente largo.
Se acostumbró a pasar noches enteras en la biblioteca, a vivir con café y sándwiches como única comida.
Las sesiones de terapia psicológica continuaban. En aquella sala silenciosa aprendió a no blindarse con rabia, sino a examinar torpemente los momentos que lo llevaron a perderlo todo.
Recordaba la mirada decepcionada de Sofía, su indiferencia arrogante, aquella ridícula certeza de que ella nunca se iría.
El dolor seguía siendo agudo, pero ya no lo enterraba, aprendía a convivir con él y, en ese pulso constante, reconstruía su visión del amor y la responsabilidad.
Crecer era una travesía solitaria,

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