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Capítulo 9

El rostro de Cristina, aún sosteniendo el teléfono, cambiaba de rojo a blanco, presa de una enorme incomodidad. Sofía, al verla así, se adelantó y tomó su brazo con suavidad: —No se preocupe. El avión está por despegar, gracias por la intención. Si él está ocupado, no importa. Que venga o no a despedirme ya no es relevante. Los padres de Sofía intervinieron enseguida para aliviar la tensión. Finalmente, entre la incomodidad y la resignación, la familia de Sofía se despidió y se dirigió al aeropuerto. El avión se elevó y Sofía vio cómo la ciudad donde vivió dieciocho años se hacía pequeña y desaparecía entre las nubes. Su corazón estaba en calma. Cerró lentamente los ojos. "Adiós para siempre, Álvaro." En otro lugar. Álvaro, tal como prometió, acompañó a Natalia a inscribirse en la Universidad del Norte. Le cargó las maletas, le acomodó el dormitorio, se aseguró de que todo quedara en orden. —No, estoy cansado. Prefiero descansar un rato. —Respondió él, masajeándose el entrecejo, con un tono distante. —No, estoy cansado. Prefiero descansar un rato. —Respondió él, masajeándose el entrecejo, con un tono distante. Desde la llamada de Cristina el día anterior, una inexplicable irritación lo rondaba por dentro. —Está bien. —Natalia mostró una ligera decepción, pero no insistió. Álvaro salió del dormitorio femenino. El sol de mediodía era deslumbrante. Se quedó bajo un árbol, sacó el celular y abrió aquel chat que llevaba tanto tiempo en silencio. Había pasado suficiente tiempo. Después de ignorarla tanto, de besar a Natalia frente a ella para darle una lección, Sofía debía haber aprendido. Era hora de ofrecerle una salida y proponer reconciliarse. Solo de imaginar el rostro de Sofía al verlo, dolido, sorprendido y al mismo tiempo feliz, una sonrisa de seguridad, de control absoluto, se dibujó en sus labios. Después de esto, estaba seguro de que ella jamás se atrevería a mencionar otra ruptura. Sin embargo, había un problema, no sabía en qué dormitorio habían asignado a Sofía. Con ese pensamiento, guardó el teléfono y fue directo al área de inscripciones. —Hola, ¿me puedes ayudar a verificar en qué edificio de dormitorios está Sofía del departamento de danza? La encargada revisó unos segundos en la computadora y, con el ceño fruncido, respondió: —Lo siento, compañero. En la lista de nuevos ingresos no aparece ninguna Sofía. La sonrisa en el rostro de Álvaro se congeló de inmediato. Frunció el ceño con incredulidad: —Imposible. Ella es estudiante de primer año, estoy seguro. Vuelve a revisar. La joven volvió a buscar con detenimiento, incluso desplegó la lista completa de todas las facultades. Finalmente negó con la cabeza, con absoluta certeza: —No aparece en ninguna. Ni en danza, ni en ninguna otra carrera. Una oleada de ansiedad repentina y brutal lo atravesó, apretándole el pecho. Recordó cuando Sofía le arrebató la carta de admisión y sus palabras quedaron interrumpidas por la llamada de Natalia. Un pensamiento absurdo, pero demoledor, lo golpeó con violencia. Sacó el celular con torpeza, los dedos temblando mientras marcaba ese número tan grabado en su memoria. Pero lo único que oyó en el auricular fue la voz fría y mecánica: —El número que marcó no está en servicio.

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