Capítulo 11
Justo iba a tomarlo, pero Yolanda lo detuvo.
Ella, apoyada contra la mesa, levantó con descaro su falda y deslizó lentamente la punta del pie por su muslo, arqueando una ceja y diciendo coqueta: —¿No dormiste bien anoche? ¿Quieres que te ayude a despejarte un poco?
La verdad era que Jaime no había dormido bien la noche anterior.
Como los padres de Yolanda estaban en casa, ella fingió cierto recato a propósito y lo dejó esperando ansioso toda la noche. Él pasó esas horas sin poder desahogar su deseo, y solo logró calmarse tras bañarse varias veces con agua fría.
Ahora... Ese deseo volvía a arder dentro de él.
Sujetó con fuerza el tobillo de Yolanda con una mano, y en su mirada se leía el deseo. —Bebé, dime la verdad, ¿anoche lo hiciste a propósito... Mm…?
No terminó la frase porque la mujer se inclinó y lo besó apasionadamente.
Lo que más le fascinaba a Jaime era ese truco de ella: bajo esa apariencia inocente se escondía toda una completa leona. Sabía perfectamente que ella lo hacía de

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