Capítulo 20
Bahía Cristal, en el distrito central de negocios, Inversiones Nueva Esperanza.
En la amplia oficina, la luz del sol se filtraba a través de los amplios ventanales mientras Sergio tomaba el bolígrafo que tenía a mano y, con un movimiento ágil y sutil, firmaba su nombre.
El bolígrafo recorría el papel con fluidez, pero sin perder la firmeza.
Así era él: a simple vista, un hombre decidido y enérgico, aunque en realidad cada paso que daba era firme y calculado.
Andrea se detuvo unos segundos. —¿No quieres revisar una vez más?
Al escucharla, Sergio levantó la mirada.
Se recostó tranquilo en el respaldo de la silla y la contempló con sus profundos ojos.
Luego, sonrió. —El contenido no es lo importante. Lo que me importa eres tú; si apuesto por la persona adecuada, el resultado no puede ser malo.
En efecto, invertir era invertir en personas.
Y las palabras de Sergio tenían un peso especial.
En el mundo de la banca de inversión, este hombre era famoso por su agudeza: que te eligiera y elogiar

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