Capítulo 23
Dentro del auto, ambos cayeron en un silencio incómodo.
Andrea, sentada en el asiento del copiloto, no dejaba de jugar nerviosamente con sus uñas, sintiéndose inquieta.
Apenas el día anterior había firmado el contrato, y hoy ya había provocado que Sergio recibiera un golpe de su exmarido. Sentía que era un fracaso antes incluso de comenzar y no sabía cómo podría seguir desarrollándose en Bahía Cristal después de todo esto.
En su mente, no dejaba de pensar una y otra vez en cómo enmendar la situación.
De repente, le pidió a Sergio que detuviera el auto: —Señor Sergio, espéreme un momento, regreso enseguida.
Bajó corriendo y entró a una farmacia.
No pasaron ni cinco minutos cuando volvió, cargando una enorme bolsa de medicamentos, y se sentó de nuevo en el auto.
Con la mirada sincera, le habló a Sergio: —Por favor, déjeme curarle la herida.
Sacó enseguida yodo de la bolsa.
Empapó un hisopo y se acercó de manera espontánea al asiento del conductor, limpiando con suavidad la comisura de su

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