Capítulo 18
Esther asustada se puso de pie de un salto.
Dejó caer lo que tenía en las manos y salió desesperada corriendo.
Cuando llegó, vio a un grupo de personas reunidas en la playa, Esther se abrió paso a empujones entre la multitud, gritando una y otra vez el nombre de Mónica.
—¿Es esa tu niña? ¡Está allí!
Siguió la dirección que le indicó un transeúnte y, de pronto, sintió que el aire se le escapaba, casi desplomándose en el acto.
Mónica, por motivos desconocidos, había caído al mar y una ola la había arrastrado lejos.
Ella luchaba con desesperación en el agua, pidiendo ayuda, pero su pequeña fuerza no podía competir con la potencia de la naturaleza.
Para Esther, Mónica era su único familiar. Sin pensarlo dos veces, se lanzó de cabeza al mar.
El agua fría y salada le invadió la boca y la nariz, la sensación de asfixia la agarró con fuerza como un hierro al cuello, pero Esther, ignorando todo, nadó con desenfreno en dirección a donde Mónica luchaba.
Muy pronto, quedó exhausta.
No se atrevía a

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