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Capítulo 8

En el salón de bodas, Alberto tenía el rostro sombrío: —¿No la han encontrado? —¿Quién fue el que, en este instante, divulgó las fotos de Emilia y trató de destruir su reputación? Alberto arrojó furioso la copa de cristal que tenía en la mano: —¡Vayan a buscarlo, tienen que encontrar al responsable de todo este desastre! La furia del hombre llenó la sala, y ninguno de los subordinados se atrevió a hacer el menor ruido. Uno de los más osados se atrevió a preguntar cauteloso: —Señor Alberto, desde que la señorita Emilia regresó, la señora Esther no ha estado muy contenta, ¿será que...? El significado era obvio, y de inmediato la siniestra mirada de Alberto se tornó más aguda y amenazante. —¿Ya vieron dónde está la señora Esther ahora? Enseguida, el asistente localizó a Esther, mostrando que había regresado a la casa de los Jiménez, justo en la habitación de huéspedes que le habían asignado anteriormente. Alberto apagó enfurecido el cigarrillo que tenía en la mano y, por algún extraño mot

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