Capítulo 11
Guillermo se quedó atónito.
Tuvo un mal presentimiento en su interior.
Llamó al hospital, pero la respuesta que recibió fue que no había ido allá en los últimos tres días.
Los dedos de Guillermo se cerraron de golpe y enseguida marcó el número de Pablo con otro teléfono.
—¿Señor Fernández de Córdoba? —La voz cautelosa de Pablo se escuchó al otro lado.
—Quiero saber: ¿dónde está mi prometida?
La voz de Guillermo fue fría.
Hubo una breve pausa antes de que el otro respondiera con tono adulador: —Señor Fernández de Córdoba, no se preocupe, ella está en casa. Dentro de unos días será la fiesta de compromiso, le prometo que llevaré a mi hija bien arreglada y hermosa ante usted, ¡seguro quedará satisfecho!
Guillermo se relajó un poco.
Parecía que, después de haberlos reprendido, habían entrado en razón y habían llevado de vuelta a Dolores para tratarla bien.
Y que la razón por la que ella lo había bloqueado era porque seguía enfadada con él.
Aun así, le parecía necesario explicarle las cosas

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