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Capítulo 4

Al oír eso, los ojos de Dolores se humedecieron. En el pasado, cuando fue a entregar un contrato, cayó en la trampa de un competidor y fue encerrada en un cuarto de almacenamiento. Fue Guillermo quien recorrió toda la ciudad para encontrarla y la tranquilizó. —Ya está, estoy aquí. Aunque su tono había sido tan plano, esas palabras se le clavaron en el corazón. Ella había creído que quizás él también sentía algo por ella. Pero, pensando en eso, ¡le parecía detestable! No solo no le gustaba, sino que además la había castigado sin siquiera aclarar los hechos. —¡No me toques! —Dolores no pudo zafarse, y en su desesperación lo mordió. Guillermo arrugó la frente y encendió el auto. Cuando regresaron a la villa, la llevó al salón y la dejó en el sofá. Ella estaba a punto de estallar, pero, entonces, vio que él le ofrecía un sándwich. —Come y luego ve a trabajar. —Su tono no admitía discusión. Dolores desvió la cara. —No necesito que te metas, ¡mantengamos la distancia! —¿Mantener la distancia? Guillermo medio sonrió, apoyó una mano junto a ella y, con una expresión entre burla y desafío, dijo: —¿De verdad puedes resistirte? Esa frase fue como una daga en su corazón. Él sabía que ella no podía prescindir de él. Pero, como si fuera un espectador, la veía caer. Incluso, su tono burlón sonaba como la provocación de un vencedor. Dolores mordió sus labios en silencio. Guillermo la observó pálida y preguntó en voz baja: —Lo de hoy no fue intencional. ¿Por qué no te defendiste? Ella se quedó pasmada. ¿Lo había visto todo? —¿Y de qué serviría defenderme? —respondió con ironía—. Nadie me creería. Siempre se ponían del lado de Viviana. Siempre la veían como la mala. Defenderse era inútil. —Yo te creo. Esa simple frase, sin demasiada emoción, hizo que el corazón de Dolores se estremeciera. Ella lo miró fijamente, y en su interior soltó una carcajada fría. ¿Creerle significaba castigarla? ¡No necesitaba ese tipo de confianza! —Pero Vivi es tu hermana mayor. ¿Por qué le guardas tanto rencor? Los dedos de ella se clavaron en su mano. —¡No es asunto tuyo! Apretando los dientes, lo empujó, se levantó y volvió a su habitación, cerrando la puerta. Durante todo el día, no fue a buscarla. Pero Viviana sí le envió un mensaje. Resultó que él había pasado el día entero acompañándola. Habían navegado en un crucero, cenado a la luz de las velas, bailado un vals en la cubierta, y hasta el atardecer había sido perfecto. Él incluso le abrió la botella, le tendió un pañuelo cuando comía y le puso el abrigo sobre los hombros, cuando ella dijo que tenía frío... Todos esos gestos eran cosas que Dolores jamás había recibido. Él, que casi nunca sonreía, reía de manera especial frente a Viviana, hiriendo profundamente la mirada de Dolores. Se metió bajo las sábanas y reservó un vuelo para dentro de quince días. Solo tenía que esperar ese tiempo y, cuando los trámites estuvieran listos, ¡ella y Guillermo no tendrían más relación alguna! A la mañana siguiente, se levantó temprano y se encontró con él que estaba por salir. —Sube al auto. Ella dio media vuelta para irse, pero él la tomó del brazo y la obligó a sentarse en el asiento. —¡Suéltame! —Ella forcejeó para bajar. —¿Quieres que te mantenga en el auto hasta que llegues tarde? Dolores se detuvo en seco. Viendo su expresión, entendió que no estaba bromeando. Pero ese día tenía una reunión importante. Había pasado varias noches en vela preparando su proyecto y confiaba en que sería seleccionado como el mejor. Necesitaba llegar a tiempo, así que no le quedó más opción que ceder. Sin embargo, en la reunión, Viviana presentó su proyecto antes que ella. Y cuando la presentación apareció en la pantalla, la cara de ella cambió de inmediato. ¡Era su proyecto! —Estimados accionistas, a continuación, presentaré mi propuesta... —¡Esa no es su propuesta! Ella se levantó, furiosa, interrumpiéndola: —¡Es mi propuesta, ella la robó! Viviana fingió estar asustada y mostró una expresión de víctima: —Dolores, no digas mentiras, esta es mi propuesta. —¡Mientes! Dolores miró ansiosa a Guillermo. —¡Esta es mi propuesta! Ella se la había mostrado antes y él, incluso, le había dado sugerencias. Pero al cruzar su mirada con la de ella, solo dijo con frialdad: —No armes escándalo en un lugar tan importante. —Viviana, continúa con tu presentación. Ella quedó paralizada. Sintió que algo en su interior se derrumbaba. ¿Así era su confianza? Él entregaba su trabajo a otra persona. Pisoteaba su dignidad y la dejaba ser humillada. Alrededor comenzaron los murmullos de sus compañeros. —Dolores siempre ha sido arrogante, le encanta robar méritos. —Exacto, es solo una niña, ¿qué capacidad puede tener? Menos mal que el jefe es justo. —¡Solo la señorita Viviana tiene verdadero talento! Viviana la miró con una expresión llena de orgullo y desafío. —Por favor, sigan mirando la pantalla... Pero antes de que terminara la frase, Dolores se puso de pie de golpe y caminó hacia ella. Bajo la mirada atónita de todos, torció los labios en una sonrisa helada. Tomó la taza de agua y la estrelló contra la computadora. ¡Bang! ...

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